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Santísima

Autor: M.E.F.P.
Correctora: Gracia Vega

Al comenzar la noche del pasado miércoles 24 asistí a la representación de la primera obra de la compañía Ujo Teatro. Hacía ya tiempo que pensaba en ponerme al día con el teatro, una de las disciplinas artísticas que menos manejo —y aún peor, es un género literario con el que nunca he trasteado, siendo escritor—. Así que, cuando Lori, le intérprete de Santísima, me habló del entusiasmo con el que estaban preparándola decidí que tenía que ir sí o sí.

Además, la temática prometía: la monja Rita Basarti explica en una audiencia ante las autoridades de la Santa Sede por qué debe ser nombrada santa. Así, nos hablará como si fuésemos obispos y arzobispos sentados ante ella, y nos contará toda su vida hasta haber sido enviada allí. Pero no se trata de la historia que cabría esperar.

La representación tuvo lugar en el Contenedor Cultural de la Universidad de Málaga. Al mostrar la entrada nos recibieron, para nuestra sorpresa con «Ave María purísima». Esto me pilló tan desprevenido que solo pude articular una respuesta incompleta: «sin pecado». Con eso quedaba claro ya que no iba a ser una obra tranquilita y sencilla, y aún con ese aviso mis expectativas se quedaron cortas.

Parece como si Santísima quisiera hacernos fintas y piruetas jugando con lo que esperamos. Por más que hayas leído la sinopsis oficial, la manera en que se entrelazan sus temas es un desfile de sorpresas.

El desarrollo no se hace monótono: los efectos de luz y sonido, junto con la brillante interpretación de Lori (sí, Rita sola ante los obispos, ante nosotros, que la juzgaremos santa o lo contrario). Todo esto hace que los cambios de tono de la historia, pese a ser tan bruscos, funcionen bien. Incluso, a veces cuesta creer que estemos oyendo algo tan rudo tras un momento tan nostálgico. De hecho, casi podría decir ver en lugar de oír. Los juegos con la iluminación y la música, así como la manera en la que Lori utiliza el material del decorado hace que si te dejas llevar te parezca estar viendo una película. Mientras lo recuerdo para escribirlo me sorprendo de que estuviera sole en el escenario.

Sin destripar el argumento, hay una idea que se intercala a lo largo de las diferentes historias que nos cuenta Rita. La necesidad humana de aceptación, de dar y recibir amor. Esto se unirá con el conflicto de la identidad, pues nuestra protagonista descubrirá desde su infancia que su familia y su sociedad se niega a aceptar lo que ella es realmente. A medida que su búsqueda se vuelve más desoladora y desesperada, llegará a la conclusión de que la vía de escape que le queda a sus ansias, tan humanas, es la religión, la dedicación a Dios, a quien considera el símbolo y el origen de ese amor y esa comprensión que necesita en lo hondo de su ser. Nos hablará de diferentes maneras de su relación con el Altísimo a lo largo de su relato, de manera mística, macarra, o todos los puntos intermedios.

Pero no debe pensarse que esta obra pretende ser una crítica sobre cómo funciona la iglesia católica, ni a la religión en general. Más bien es un análisis de cómo se convierte en un consuelo (o una fuga, quizás) para quienes no consiguen la aceptación y el amor como la sociedad les exige. Pero no la religión oficial, la que se basa en dogmas decididos en concilios, sino la que expresa las esperanzas y las dudas de sus creyentes. La religión popular, con sus aspectos positivos pero también con sus prejuicios y sus ideas absurdas.

Quisiera contar más de lo que nos muestra la obra. Sobre lo que nos cuenta sobre la soledad y la incomprensión. Sobre esa asombrosa historia, narrada desde el punto de vista de la inocente Rita… que puede servir tanto de argumento para la esperanza como para todo lo contrario. Pero no me atreveré, con la esperanza de que quienes leéis esto descubráis alguna vez Santísima. Al acabar os preguntaréis seguramente muchas cosas. ¿Qué es la santidad? ¿Cómo podemos sentir la aceptación de quienes queremos? ¿Quién está cuerdo? ¿Quién es cruel? ¿Quién es santo?

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