Por las mañanas
caigo en el olvido mundial.
Me encierro consciente
y viajo lejos
por unos recuerdos
que jamás tendrán vida
más allá de mi útero cerebral.
Cuando llega la tarde,
me juzgo por abandono propio
y retomo el contacto
con mi realidad,
aunque me prometo volver
a mi retiro
con la esperanza de vivir en ellos
el resto de mis respiraciones.
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