A veces dejo a mí alma ahogarse,
esconder sus entrañas
en una de las tiras de mi piel.
Durante días
le permito sentirse
protegida, segura.
La absuelvo de batallar
contra mi mundo.
Le doy un breve descanso.
Mientras tanto mi cuerpo
da la cara.
Se vuelve frío y cortante
como la espada del herrero.
Todo aquello que me importa
desciende a niveles negativos.
Sufro el pasado
y pinto con sombras mi futuro.
Pero entonces mi alma resucita
de entre los poros de mi ser
y me abraza durante horas.
Me devuelve mi color natural
y la sensibilidad que tanto duele.
Vuelvo a sentirme a temperatura ambiente
y le recuerdo a mi piel
por qué debe vivir
en vez de sobrevivir.