Lo que rechazas te somete, lo que aceptas te transforma.
Carl Jung
Me despierto a las tres de la mañana envuelta en una pesadilla. Me levanto sudorosa y con una sequedad en la boca que me ahoga.
Tras recuperar la lucidez y darme cuenta de que solo es un sueño, me cuestiono si, en realidad, no es tan solo un sueño.
En los sueños, como en la vida, se proyecta aquello a lo que más tememos.
Nuestras debilidades, tan reales como oníricas, nos zarandean y nos recuerdan que, tanto estando conscientes como estando inconscientes, tenemos miedos, dudas e inquietudes y que, por muy abstracto que sea el sueño, siempre nos vamos a despertar con esa sensación de desesperación en las entrañas.
¡Cómo cuesta a veces reponernos de una pesadilla y con qué facilidad nos olvidamos de ella a lo largo del día!
Bajo mi punto de vista, ignorar y/u olvidar la pesadilla repercute en la forma que tengas de mirar hacia dentro, de leerte y de responderte preguntas.
Los senóis, una tribu de Malasia, viven su vida en torno a sus sueños. Cada mañana, comparten, debaten y solucionan sus sueños con los demás miembros de la tribu. La finalidad, entre otras cosas, es entrenar y superar los peligros.
Cierto es que muchos de nosotros no vivimos en un entorno inhóspito. Pocos —por no decir ninguno— son los peligros que puedan existir durmiendo en una cama de 135×190 cm, por lo que esos peligros a los que Los senóis se enfrentan en sus sueños están muy lejos de esa cama y muy dentro de nosotros.
Con esto no quiero decir que seamos nosotros un peligro para nosotros mismos. Bueno, ¿para qué engañarnos? En realidad, sí que quiero decir que somos un peligro para nosotros mismos. Somos peligrosos con lo que nos decimos, pensamos y con cómo nos tratamos. La forma en la que nos abandonamos y la forma en la que no nos valoramos son el peligro al que hay que enfrentarse, y no solo en sueños.
Para recordar los sueños y empezar a introspeccionar, aconsejo acostarse deseando fervientemente recordarlos —aunque he de decir que esto no siempre me funciona— y anotarlos en una libretita que quede a mano o bien en el móvil.
Una vez hecho eso, recomiendo valorar cuán importante es o son las personas que aparecen en el sueño, observar las emociones que se sienten (las más fáciles de recordar son el miedo, el placer y la ira) y prestar atención al entorno en el que se desarrolla el sueño. Intentar descifrar qué mensaje esconde nos ayudará a entendernos mejor y a tener una relación más sana con nosotros mismos.
Estoy segura de que nuestro subconsciente nos manda señales y mensajes que han de ser interpretados. Así pues, disfrutemos de lo onírico, de su misterio y de sus enseñanzas.
Me cuestiono si, tras haber vivido en un sueño, nada más levantar, sigo en él o ya he vuelto a la realidad.
Una realidad que, en numerosas ocasiones, me invita a soñar.
