Titulares informativos, ristras de memes, multitud de «Ristos» en tertulias y un marco delimitado donde se representa lo que debe ser y es común para una mayoría sin posibilidad de opinar o intervenir. Y nada es porque sí.
Elocuentes comunicadores comentan el tamaño de las orejas y la forma de los genitales de la secta conformada por aquellas personas que han llegado a ser famosas. A posteriori, se dedican a lanzar titulares sobre la realidad política y social de acuerdo al dictado de los que financian el espectáculo.
El riesgo inminente de okupación de viviendas por hordas de malvados (pobres) extranjeros. Crisis económicas de diferente pelaje, que siempre provocan consecuencias desastrosas para la mayoría, se solapan entre sí. Ideas abstractas de libertad y democracia en peligro. La posibilidad real de caer dentro de un pozo y no poder salir nunca… Todo son anuncios, noticias, titulares y deformaciones comunicativas a las que no se presta demasiada atención y que suenan como ruido de fondo a la hora de comer o cenar. Aun así, crean el poso donde el miedo al futuro y al fracaso amartillan la ansiedad vital de una gran parte de la sociedad. ¿La salud?, ¿la educación? El credo informativo comunica que lo privado gestiona mejor que lo público, y por eso los presidentes de las regiones «libres» de nuestra patria malvenden la sanidad y la educación pública para el beneficio particular de grupos empresariales afines.
Esto es España: el parte de la noche combinado con croquetas y olor a aceite caliente, el rosco de Pasapalabra, la novela de la 1 (que, desde hace un tiempo, está en la 3), una de bravas y, siempre, unas rojitas frías al sol. No parece que dé para mucho más.
Todo vale, pero cualquier cosa no es posible. Los límites, no consensuados, de lo real y de la verdad marcan la frontera entre lo que puede ser y lo que no a la gran mayoría de esta nuestra —aun a pesar de unos cuantos— sociedad de mercado. ¿Crisis del trabajo?
Terrible país aquel donde la subida del Salario Mínimo Profesional a 1080 euros de mierda se tiene que arrancar con las uñas a la patronal y la derecha patria. País donde el salario más común son 18 480,19 euros anuales de acuerdo con los últimos datos publicados en verano, e incluso menos para otra vasta mayoría. Asquerosos, egoístas y lamentables quienes juegan con términos como la competitividad para convencer, al menos a sí mismos, de la idoneidad de dichas cantidades. Y, mientras, ellos se forran.
El mejor sistema, en palabras de la casta que controla la mayoría de las estructuras del estado español y que promociona a presidentas como Díaz Ayuso o Moreno Bonilla, no es otro que el que emana de la constitución de 1978. Y no valen discrepancias. El fin de la dictadura, el establecimiento de la clase media, la apertura hacia el exterior… cierran la posibilidad al disentimiento en torno al largamente exaltado pacto social. Ocultaron otras causalidades como «los pactos del robo» —que dieron carta blanca a Juan Carlos I para expropiar a manos abiertas al pueblo español—, el paro estructural o la falta de futuro, y aseguraron la perpetuación de la misma minoría que lleva quinientos años expropiando a España, a nosotras, a nosotros y a cualquier persona que viva en esta tierra.
La política del consenso, del acuerdo y del inmovilismo. De mirar al futuro todos juntos, pero con una venda en los ojos. De asumir frustraciones, las nuestras y las suyas, como una culpa autoinfligida que se diluye en el tiempo por un miedo enorme a fracasar. Poca confianza en el futuro, poca visión sobre el presente. ¿Algo de verdad? Un facha gilipollas intentado superar públicamente sus traumas viriles. Y, después… quizás… ¿algún progre hablando de respeto y consensos como si fuese un cura? La política del Gran Hermano y el Gran Hermano de la política. Titulares, Europa, la Unión, la Comunidad, su mercado, campos de batalla de la nueva guerra mundial que estamos viviendo.
Servicios de inteligencia, titulares en los medios de comunicación y contubernios de conspiradores en mesas de restaurantes con aspecto de caros. ¿El mundo parece más de derechas? Por lo menos parece menos de izquierdas, si es que eso significa algo. ¿En qué bando de la guerra está la UE? ¿y España? Si hay una guerra, ¿quiénes son nuestros aliados? ¿Y… cuando no la haya? Es evidente que existe un consenso detrás, orquestado por quienes presumen de inteligencia, y con un cierto tufillo americano. Y, si no hay Europa, ¿qué hay? ¿Estados Unidos? Miedo, miedo absoluto, miedo paralizante para definir marcos nuevos y mejores para la mayoría.
Año 2026. Entonces, habrá elecciones europeas. El año donde se probará la capacidad del sistema para sobrevivir, de la reacción para convencer y ¡a la mierda el pesimismo! Un año en el que la alternativa podría renacer. Se podrán encuadrar las emociones de los perdedores de las sucesivas crisis europeas en un bando común, con una voz unitaria que venga de espacios diversos habilitados para el debate y que ponga al ser humano en el centro de la política comunitaria. Las alternativas electorales ya se han dibujado, sus resultados son los que son y no es necesario renunciar a los mismos. Pero es necesario ampliar la brecha.
Nos quedan tres años; ¿esperanza?
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