Vuestro quemor por la lluvia
hará que granice
petrificará el agua en acordes de ira.
Idiotas,
la tempestad solo la evitan sus víctimas,
y esta manía por que el lunes termine en el martes
os estreñirá hasta la espina.
Nadie es capaz aún
de retirar su olor de la ceniza,
de guardar su phatos en otro sitio
que no sea una glándula o una aspereza,
de no confundirse por excesos de claridad química.
Pero en fin,
no se trata de enviciarse con la tiniebla
(es suficiente con llamarla con nuestro propio nombre),
solo se trata de no culpar al delirio
si se hace inevitable la ruptura, el desayuno
Que la vida no se sana sin locura
Que la pena no es de quien solo la acepta
Dejad crecer
para dejar marchar,
cuido a mi dolor como al hijo
que algún día me dará las gracias,
y mi madre y cuidadora
no es otra que este espacio
haciéndome suyo,
y jamás me llama bastardo o maldito
sino mi niño, mi kebda, mi pétalo,
como me trata esta tierra
yo a mi tierra trato.
Y este jardín de frutas podridas
de mesa sucia
de encierro, de tierna pobreza,
son los lodos
en los que mis nervios cagan,
son en mis pulmones
donde los aires recogen la basura,
mi basura, mis aires.
Porque son en mis tejidos trenzados hasta la palabra
donde el sentido oráculo se asusta
y mi humanidad pide perdón por su ciencia.
Es en esos lagos turbios
en los que nado;
como quien me ama
nada en mis ojos,
es allí donde tiembla
la última luz, la del sueño,
y es aquí donde lo que soy
es lo que hay
y lo que hay es mucho
y de la misma manera que toda la humedad febril se reparte
veteada por mi organismo,
también mi mierda corre igual
por mi cigarro que por mi tríceps,
por mi apática energía que por mi sexo.
Esto es lo que soy,
y si lo destruyo será con consciencia
de que también estoy siendo yo destruido.
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