Mirame.
Sé que lo haces más de lo que crees,
que de forma inconsciente
tus ojos atraviesan mi cuerpo imperfecto
buscando algún resto de mi alma
que aún esté viva.
Mirame,
pero de verdad.
Con mis derrotas y cicatrices.
Con mis rabietas y mi carácter.
Pero sigue mirándome
con los ojos de oro
como hoy lo haces.
Detrás de mí frialdad,
los míos replican a los tuyos.
Sigue mirándome,
porque no tengo nada que ofrecerte.
Me queda media alma por construir
y la otra media por restaurar.
Te dejo mirarme
e incluso atravesar mi armadura.
Te permito erigir y derribar a tu antojo
sin dar explicaciones.
Porque yo también te estoy mirando.
Yo tampoco tengo nada que perder.
Y si nos sale mal,
ganaremos otro fracaso.
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