Insomne de palabras esta noche
y mi hoja en blanco me desvela.
Corre la tinta por mis venas,
pero hoy no se desangra.
No hay profunda inspiración,
no hay luna, no hay ventana,
no hay tregua a esta imaginación
con el interruptor en la posición
de apagado, como debiera estar
aquel televisor que suena de fondo.
No queda música en la habitación,
no quedan sueños, ni el sueño
viene a reclamar su nocturno trono.
Las estrellas se esconden de mi cielo,
las llamas, de mi infierno;
no hay calor, no hay consuelo,
solo en mi interior queda silencio.
Un silencio que duele tanto
como la herida descosida en mi pecho,
un silencio que mata a pleno grito
las palabras suicidas que no salen de mi boca;
silencios que pesan más que los recuerdos
que me siguen atando a las sábanas
de la cama que me apresa,
silencios que esconden amargas lágrimas,
silencios que ayer fueron carcajada,
silencios que nunca volverán a serlo.
Silencios alados por el cielo estrellado
que sigue escondido de mí,
silencio en la luna, en la ventana.
También en la tinta está el silencio
de esta noche vacía en la que, vacío,
no logro escribir.
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