Me dijo que me quería como los domingos.
Me besó de largo, con prisas, sin testigos…
y el delirio arraiga entre mis huesos
dándome un calor infrahumano.
Me basta con ese atardecer de náufrago
para componer mis latidos.
Me quiso como las tardes de domingo,
de forma lenta, cansada por el calor
y por las bromas sobre el invierno.
No sabía que debía apagar las brasas
de una chimenea fantasma
que lleva años sin ver luces ni humo.
Su amor se fue con la madrugada del domingo.
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