Adonde iré,
si cada camino acaba en muro,
si extiendo mi mano hacia la luz
y se apaga, se borra
como un espejismo en un desierto interminable.

Bajo la alegría, el escorpión,
el pico que atraviesa el hueso
y no se marcha, no se marcha;
la dulce autodestrucción
que hace guirnaldas
de cadenas que no nos dejan respirar;
el juego de sombras bajo las palabras sinceras;
el pecho sin calor, el abrazo sin salida.

Donde ocultaré este corazón de jazmín
de los despiadados tigres…

Dudas como ramos de escarcha
que se derriten sin duelo cuando me tocas,
cuando se hunden tus dedos en mi piel
y soy lago donde se expanden las ondas.

Que ya no quiero nada de este mundo
salvo beber de tus ojos
entre alba y alba,
y pensar, sentir
que somos cometas inalcanzables
lejos del lento veneno que nos acecha,
y que si me rompo es para verterme en ti
como las nubes que se hacen lluvia
para abrazar a la tierra,

y sentir esa muda alegría
del que observa un cuerpo
por el que daría la vida.


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