bogotá

Bogotá, Colombia – 19.01

Cariñito,

sueños, recuerdos, premoniciones…no tengo idea, ni me acuerdo bien, de lo que vi anoche en el dorso de mis párpados; me aferro a estas visiones en las que inevitablemente apareciste, repitiéndolas en voz baja, como un dato que recordar sin tener dónde anotar.

Tras despedirnos justo más de lo necesario, me metí bajo las cobijas. Qué ganas sigo sintiendo de quitarle a este sofá el disfraz de cama, y sumergirme de noche en tu gran manta, aquel mar verde en el que naufragan cine, mandarinas y mariposas.

Después de flotar a la deriva hasta el amanecer, subía las escaleras para llegar a la orilla de tu cuarto. Recuerdo levantar el mar, incluso doblarlo como el mismísimo creador, dejándolo a un lado para llenarte de besos, mi tierra firme.

Tumbado de espaldas, empiezo a rogarle a quién sabe quién o qué, que me lleve a tu lado, De cualquier manera, me decía, basta con un globo aerostático, desde donde pueda ver la luna, o tal vez pueda enviarme en un cofre por empresa de envíos.

Todo se empezó a mover.

Se agitaba la cama conmigo encima, los muebles, mi escritorio; quien fuese a cumplir mi deseo me iba a llevar con todo y casa. Abrí los ojos y, para mi sorpresa, el terremoto no cesó.

Ah, verdad que esta casa tiembla.

Sigo despertando buscándote entre las cobijas, hasta darte un silbidito. Ayer terminamos un libro sin terminar, y, tras noches difíciles como la anterior, me tiene muy feliz saber que todavía falta mucho por escribir en el nuestro.

Hablamos más tarde, amor.

Siempre tuyo,

N.


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