Arden en silencio las llamas apagadas
de un largo y gélido noviembre,
sepultadas bajo el peso de sus hojas;
visceral otoño en caída libre.
Se esconden los viejos precipicios
tras las sombras de miedos nuevos
encontrados en una oscura espina
de añejo sabor a magia y muerte.
Y en mi lengua hieden los secretos
que nunca te quise guardar.
Pero que sin quererlo se fueron quedando
más y más en mi interior.
Hasta que el gélido noviembre consiguió
helarme el corazón, la sangre y hasta la lengua.
Las hojas de todo aquello que no te dije
se fueron quemando, se fueron pudriendo.
Y los miedos se hicieron más fuertes, y las sombras
invadieron mi cuerpo.
La magia dejó de funcionar conmigo, y contigo.
Y ya solo quedó la muerte.
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