Los días pesan, las penas espesan
la fragilidad de mis pensamientos:
cíclicos sentimientos infectados
por la anestesia de mi propio drama,
demasiado televisivo en sus influencias.
Cautivo corazón entre las cuatro
paredes acolchadas en color ceniza.
La cerveza me acompaña en cada verso
que vomita mis ganas de echarte de menos
y me emborracho de la incertidumbre
que espera en un nuevo mañana,
a la vuelta de una esquina invisible
a mis ojos cansados.
La rutina se ha vuelto fría,
carente de tacto; no encuentro sentido
a despertarme cada nuevo amanecer.
Quizá solo sea un mal día
encerrado en torno a mí mismo,
quizá sea la proximidad devastadora
al radio de mi propia explosión,
material sensible de una realidad confinada
de la que no saldré al despertar…
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