Hace ya tiempo que la vida tiene algo de sentido,
y las personas, al igual que yo, no son
meras amargas existencias.
Ahora las veo como historias mal contadas.
Veo historias desviadas,
todas con sus fallos:
unos cojean,
otros mienten,
otros tartamudean,
otros desenfocan,
otros no escuchan.
Y todo para no ver los barrotes.
Dan vueltas por un laberinto,
pero no se dan cuenta de que están enjaulados
en sí;
luego en la sociedad,
luego en el gobierno,
luego en la existencia.
Y pretenden salir por la última jaula
sin querer romper la primera.
Y yo que sin ser más,
me siento y observo.
Los veo vacilar ante el «mirarse al espejo»,
pero principalmente observo.
Miro detalladamente mi alrededor
tratando de buscar los barrotes.


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