«Las lágrimas de una mujer de 82 años a la que han okupado la casa y la han dejado sin nada». Así comienza el enésimo relato prácticamente calcado que los medios de comunicación utilizan para enmarcar el fenómeno de la ocupación en nuestro país. Noticias lacrimógenas y sensacionalistas que despiertan el rechazo de cualquier persona con dos dedos de frente. La lista de abuelitas desvalijadas parece infinita: Ana, Juana, Carmen, Victoria… Más allá de que no es oro todo lo que reluce —véase este ejemplo—, lo que subyace en todo esto es una manipulación flagrante de una realidad mucho más compleja en la que la ocupación no es sino una de sus múltiples aristas.
Pero vayamos por partes. Es probable, tal y como explica este artículo de El Salto, que te acuerdes de que durante mediados del 2020 se produjo una avalancha de noticias relativas a los okupas. Los anuncios de Securitas Direct aparecían hasta en la sopa —contribuyendo así a sus pingües beneficios—. Los medios de comunicación retransmitían de noche y de día la cantinela de que uno se iba al supermercado y, al volver a casa, se encontraba la cerradura cambiada y una pandilla de violentos radicales antisistema en su interior. Y todo ello con la supuesta connivencia e incluso el apoyo del actual Gobierno. Véanse algunos ejemplos de Antena3, OndaCero, ElEconomista o 20Minutos.
Pocos datos en los medios y mucha hipocresía
Sin embargo, la situación dista bastante de ser la retratada por estos medios. Redactando este artículo, uno de los principales problemas que he encontrado ha sido la ausencia de datos con los que trabajar. La ocupación es una realidad difícil de cuantificar; no existen registros a nivel nacional y los pocos informes existentes suelen ser de carácter local o autonómico. Con todo, vamos a ello. Lo primero es distinguir que se trata de un fenómeno ridículamente minúsculo si tenemos en cuenta el parque inmobiliario total en España. Según un informe del Institut Cerdà y la propia Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), en nuestro país habría cerca de 100 000 viviendas ocupadas. No hace falta ser un lince para intuir que la proporción que representan 100 000 casas sobre el total de los más de veinticinco millones que hay en España es irrisoria. En concreto, no llega al 0,4%.
Ahora bien, la hipocresía de este asunto —y probablemente también la clave— aparece contestando esta pregunta: ¿a quién afectan mayoritariamente las ocupaciones de ese 0,4% de las viviendas? ¿a las ancianas que tanto gustan a las cadenas de televisión y a la prensa? Nadie duda de que esas situaciones son lamentables, pero no confundamos casos escandalosos y puntuales con la norma. Lo cierto es que —¡oh, sorpresa!— las ocupaciones a pisos de particulares son minoritarias. En 2017, en la Comunidad de Madrid había casi 4000 pisos ocupados. De todo ellos, apenas un 16% pertenecían a particulares, y —¡oh, sorpresa de nuevo!— más de un tercio eran de entidades bancarias. El resto está repartido entre sociedades mercantiles (17%) y sociedades públicas (30%). Más datos, por si quedaran dudas: en la Barcelona de 2016, de los 869 pisos ocupados, más del 80% pertenecían a entidades financieras según un informe del propio Ayuntamiento.
Reconozco que no me puedo resistir a compartir las siguientes dos noticias de Crónica Global y Libre Mercado. Ojo, no porque me parezcan medios serios, sino porque creo que ilustran de forma explícita —por no decir grotesca— la manipulación en torno a este tema. Según estos artículos, tres de cada cuatro de esas 100 000 viviendas ocupadas pertenecen a entidades bancarias.
Más allá de que esos datos sean reales —como buenos medios que son, no citan sus fuentes— lo increíble es que el problema para estos medios no está en que los bancos hayan acumulado tal cantidad de pisos desahuciando familias durante la última crisis. No, no, por favor… ¡acabáramos! El problema es que «los okupas perjudican a la clase trabajadora». Impiden al ciudadano de bien comprarle un pisito barato al banco de turno, que se quiere quitar de encima las más 240 000 casas vacías de las que dispone. Hay veces en las que uno se pregunta dónde quedan los límites humanos del cinismo.
El verdadero perfil del okupa
Ahora, vayamos a otro punto clave en todo esto: el perfil del okupa. De nuevo, y si hacemos caso a los medios, pareciera que prácticamente la totalidad de los que ocupan en este país o son menores extranjeros no acompañados (MENAS) —véase el surtidito de noticias: Telecinco, LaRazón o Antena3— o bien radicales antisistema —véase otro surtidito por acá: EuropaPress, ElMundo—.
Sin embargo, a estos mismos medios se les olvida señalar que el perfil prototípico son parejas españolas. Estas están en una franja de edad entre 36 y 45 años y tienen hijos menores a cargo. Según el informe de la Obra Social de Barcelona de 2018, el 68% de las personas okupas en la Ciudad Condal lo hacen en familia. De hecho, en el 55% de los hogares ocupados de Barcelona había menores. Por otro lado, el 72% tenía pasaporte español, mientras que tan solo el 3% eran inmigrantes indocumentados.
Es, una vez más, un retrato muy sesgado y enfocado a una parte muy concreta del fenómeno de la ocupación. Es obvio que existen algunos okupas conflictivos, pero los que conviven de manera respetuosa, por alguna razón, nunca aparecen por los platós de televisión. Véanse ejemplos de ocupaciones que han contribuido a dar alojamiento a personas sin recursos y en riesgo de exclusión social: La Esperanza, en Gran Canaria, o una de las ocupaciones de la PAH, en Barcelona.
El imposible acceso a la vivienda y la tragedia de los desahucios
Vayamos pues cerrando todo este tinglado. Como comentaba al principio, la ocupación no es sino una de las aristas de un problema mucho más gordo: el imposible acceso a la vivienda en España. ¿Cómo es posible que 3,4 millones de viviendas estén vacías y que, sin embargo, el problema esté en las 100 000 ocupadas? Pero no me malinterpreten, esto no solo va de casas vacías. Esto va de que existe una rampante precariedad laboral que imposibilita a muchas familias y personas jóvenes seguir pagando alquileres e hipotecas ante la ola especulativa que afecta a un gran número de ciudades del país.
Esto se traduce, para entendernos, en que el año pasado se produjeron 41 000 desahucios, a razón de 110 desahucios diarios. Y hablamos de que en ese momento existía una cierta protección derivada del escudo social puesto en marcha durante la pandemia. Si nos remontamos a 2019, la cifra aumenta hasta los 54 000. Eso por no hablar de los denominados «desahucios invisibles». En todo caso, y para ponerlo en contexto, en 2019 las denuncias por ocupación fueron 14 621 —de las cuales, por cierto, el 45% fueron en Cataluña—. De este modo, se producían casi cuatro desahucios por cada nueva ocupación. ¡Lástima que la atención mediática hacia los desahucios no sea cuatro veces mayor que la dirigida hacia las ocupaciones!
Los bancos en los medios: una relación de dependencia
Concluyamos. Es evidente que hay ocupaciones que son conflictivas y violentas y que requieren de respuestas institucionales. De eso no hay duda, sobre todo porque urge evitar que sigan ganando espacio social y mediático grupos de matones —por no decir pseudofascistas— como Desokupación y otros sucedáneos. Sin embargo, lo que es realmente preocupante es que se haya instalado en el imaginario colectivo la idea de que la ocupación es un fenómeno que no tiene nada que ver con las enormes dificultades por las que pasan amplias capas de la sociedad para acceder a una vivienda digna. Es como si lo uno y lo otro fueran fenómenos completamente independientes, desconectados entre sí.
Es apabullante comprobar, a golpe de algunos clics, el cinismo de los principales medios de comunicación al tratar este tema. Por desgracia, no sorprende si tenemos en cuenta que los principales accionistas de estos medios son los propios bancos. Cabe recordar, por cierto, que estas mismas entidades nos siguen debiendo más de 40 000 millones por la anterior crisis. En cualquier caso, el tratamiento mediático de la okupación demuestra que los medios son un poderoso instrumento de manipulación. Los grandes sectores económicos no dudan en usarlos cuando les conviene. Y para muestra, un botón.
Fijémonos una última vez en el gráfico anterior de GoogleTrends. Concretamente en el verano de 2020, en plena pandemia y con la incertidumbre de estar viviendo la peor crisis sanitaria del último siglo. No es casual que, ante la amenaza de un estallido social, se diseñara una brutal campaña mediática. Su objetivo no era otro que generar un clima de opinión pública de rechazo hacia la ocupación. Cosa que, sin duda, favorece a los intereses de los bancos. Porque el problema, no lo olvidemos, es que en este país sigue habiendo muchas más ancianas desahuciadas que ocupadas. Lo que sucede, sin embargo, es que las primeras dejaron de salir hace ya demasiado tiempo en las parrillas de las televisiones y las segundas sirven para espectacularizar y maquillar un fenómeno que afecta especialmente a sus propios causantes. Ya lo dijo Rato: «eso es el mercado, amigo».
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