Este artículo es una continuación de «Sí, lo de Ucrania es único».
Introducción
Soy consciente de que muchos comparten la idea de que nada o casi nada ha mejorado en la historia de la humanidad. Y que por tanto vivimos en un bucle que se repite como el paso de las estaciones o el movimiento de las estrellas, y lo único que podemos esperar es volver a vivir todas las cosas horribles que hayan ocurrido. También hay quien dice que vivimos en la mejor época de la historia y que solo podemos ir a mejor.
Ambos puntos de vista se desmontan con solo pensar un poco, pero están muy extendidos. Quizás porque el camino fácil es dar una explicación simple al mundo. Pero como todos los caminos fáciles, son una trampa. Nos hacen creer, por optimismo o por pesimismo, que no hay nada por lo que luchar ni por lo que preocuparse.
La humanidad sí ha conseguido avances, de la misma manera que tiene una tremenda capacidad para estropearlos repitiendo errores antiguos o quedarse en el punto gris de cometer errores nuevos que sirvan para aprender.
Lo de Ucrania es único
En mi anterior publicación en La Independiente, abordé una duda que muchas personas expresaban acerca de la invasión rusa de Ucrania. ¿Era realmente una guerra distinta a otra que hayamos visto recientemente? ¿O más bien es otra vergüenza más del siglo XXI? Primero razoné con datos acerca de los argumentos más usados a favor. Concluyendo, entonces, que ni era mayor el sufrimiento humano ni la primera vez que hay una catástrofe humanitaria en suelo europeo desde las guerras mundiales. Todo esto partiendo de la base de que es lamentable a estas alturas de la historia un país meta su ejército dentro de un vecino por paranoias nacionalistas.
Además de la exageración de los medios, deseando siempre hacer negocio con cada nueva crisis, también señalé que gran parte de la supuesta solidaridad con los ucranianos proviene, en realidad, del temor al daño que esta guerra pueda causar en nuestras propias vidas. Incluso, que algunos de los que se han mostrado como solidarios con los refugiados tienen pocas diferencias con la dictadura de Putin en cuanto a ideas políticas. El gobierno de Polonia, país que ahora se enorgullece de acoger a la mayor parte de los huidos de Ucrania es, como ya dije, famoso por su homofobia. Además, también hay que recordar que se negó a hacer con sirios o afganos lo que ahora hace con los ucranianos.
El rumbo de mis indagaciones pareció llevarme a la conclusión de que no había nada, más allá de nuestros sesgos o nuestro egoísmo, para pensar que la guerra de Ucrania fuera algo de lo que inquietarse especialmente. Como dicen muchos en internet, «imagina que la guerra está ocurriendo en África y dejarás de preocuparte». Y, sin embargo, concluí diciendo que, por más que los argumentos que oímos en la televisión o en la calle fueran ridículos, sí había motivos para considerar esta guerra algo distinto y más peligroso aún.
Ahora toca analizar el motivo, que mencioné al final de mi última publicación. ¿Qué hace que la invasión rusa de Ucrania sea uno de los conflictos más inquietantes que ha pasado la humanidad desde la última guerra mundial? El tema es complicado. Seguramente por eso no encontraréis una explicación en el telediario. Mi punto es que esta guerra ha hecho peligrar uno de los pocos avances que la humanidad ha conseguido en las últimas décadas.
El mundo tras la 2ª Guerra Mundial
Creo que es evidente que la naturaleza humana es reacia a aprender de sus errores o a reaccionar de manera racional a los peligros. Pero los grandes sustos son otra cosa. Gran parte del mundo actual proviene del miedo a las revoluciones, las guerras mundiales y las armas atómicas. Así que tras 1945, acabada la Segunda Guerra Mundial, las naciones victoriosas, pese a sus diferencias, comprendieron que las cosas tenían que cambiar o nadie saldría ganando. Simplemente existía la posibilidad de que nadie se salvara una vez que existía la posibilidad real de una guerra atómica.
Generalmente lo que ocurrió en los años siguientes suele explicarse así: se creó la Organización de las Naciones Unidas, los ganadores de la guerra acordaron tener poder de veto permanente en el Consejo de Seguridad y rehicieron el mundo a su gusto. Como a esto siguió la famosa Guerra Fría, con su interminable lista de dictaduras asesinas y juegos políticos diseñando fronteras, parecería de locos decir que la humanidad mejoró en algo.
Y, sin embargo, sí que lo hizo. No hablaré de lo que tantos periodistas, intelectuales o activistas consiguieron a lo largo del mundo, porque sería tema para otro artículo. No obstante, el consenso que se logró entre países, aunque fuera por puro egoísmo, sí ha permitido que desaparecieran dos aspectos que habían acompañado a la humanidad desde los primeros imperios.
Tras el trauma del nazismo y del imperialismo japonés se adoptó el acuerdo tácito de que ningún miembro de la ONU se comería a otro y de que no se invadiría a otro miembro para cambiar su gobierno. Todo esto con una excepción (atención a esto): que una facción dentro de ese país pidiese ayuda. El precio de llevar a cabo estas acciones, que las naciones llevaban realizando desde el comienzo de la historia, o incluso antes, era, precisamente, empezar una 3ª Guerra Mundial que, parafraseando a Albert Einstein, nos llevara de nuevo a vivir con piedras y lanzas.
Rusia rompe las reglas
Es fácil adivinar a dónde quiero llegar. De todos modos, si el artículo os pareciera demasiado largo os dejo aquí la conclusión: el plan ruso es una ruptura de ese acuerdo tácito que se ha estado (casi) cumpliendo durante los 76 años que la humanidad lleva viviendo bajo el miedo de una guerra nuclear. Putin busca (o al menos lo buscaba hace un par de meses) cambiar el gobierno de otro país al completo sin que haya un movimiento o una guerrilla a la que pueda afirmar apoyar.
Es cierto que Ucrania tenía territorios donde gran parte de la población manifestaba su deseo de ser parte de la Federación Rusa. Pero como expliqué en un artículo anterior, el gobierno ruso ya arrebató esos territorios hace años. En 2014 tomó directamente la península de Crimea bajo su dominio, lo cual hizo saltar varias alarmas. Puesto que esto era un ejemplo del otro peligro, un país reconocido por la ONU tomando un pedazo de otro.
Tras este conflicto, apoyó la declaración de independencia de las pequeñas repúblicas de Donetsk y Lugansk. Este acto de apoyar la independencia de pequeños países que apenas nadie reconoce, ni siquiera la ONU, se considera habitualmente como el «truco» que ha tenido Rusia para controlar territorios nuevos sin romper la norma de quedarse tierras ajenas. Dos territorios de Georgia, Abjasia y Osetia del Sur, y la anticuada Transnistria, que debiera pertenecer a Moldavia, siguen el mismo esquema.
Como se puede observar, esto no era una sorpresa. No era una sorpresa que Rusia apoyara la independencia de dos nuevos pequeños países que, al final, iban a quedar bajo su total influencia, por más bandera propia que tuvieran. Sin embargo, sí que lo fue la toma de Crimea. Viendo que, 8 años más tarde, el ejército ruso ha utilizado Crimea como una base para intentar invadir el resto de Ucrania es comprensible que las otras naciones que han perdido terreno así, cono Moldavia y Georgia, estén temerosas a compartir el mismo destino que Ucrania.
¿Veis? Eso de que en África pasa lo mismo ya no parece tan cierto. Aquí radica el verdadero peligro de la decisión de Vladimir Putin. Si sus planes con Ucrania fueran un éxito cualquier otro gobernante ambicioso podría pretender arrebatar pedazos de los países vecinos o incluso invadirlos para cambiar de gobierno sin tener siquiera alguien dentro pidiendo ayuda.
Por cierto, es justo aquí donde radica una gran utilidad de las Naciones Unidas, que muchos consideran inútil. Ser miembro de la ONU garantiza a un estado que otros no puedan decidir que dejes de existir. No obstante, ser miembro de la ONU no te salva de que otros planeen cambiar tu gobierno o tu política por la fuerza. También se suponía que un miembro de las Naciones Unidas no puede, como dije, arrebatar territorio a otro, y sin embargo ahí está la conquista de Crimea en 2014. En ese momento, el mundo no hizo nada. Pero la ruptura de la norma de «no tomar pedazos de tu vecino» podría ser también otro artículo.
La importancia del contexto histórico
Y ahora viene la parte más complicada de este artículo. Sé que internet, tanto en español como en inglés, está lleno de una asombrosa cantidad de cuentas y perfiles que defienden todo lo que haga el gobierno ruso. Esto me resulta sorprendente, porque si se trata de apoyar una «alternativa» a Estados Unidos lo lógico sería defender a China o, qué sé yo, la India, pero estos dos países no tienen ni de lejos todo el apoyo que tiene Rusia. Seguro que quienes leéis este artículo habéis visto muchos de esos argumentos, o quizás incluso apoyéis una parte de ellos. ¿Con todas las crueldades y rupturas del orden internacional y los derechos humanos que han realizado otros países, de verdad es lo que ha hecho Putin tan diferente, tan único y tan grave?
A continuación analizaré, intentando ser breve, qué sucesos parecidos han tenido lugar en estos últimos tres cuartos de siglo. Por supuesto, puedo equivocarme y puedo estar cegado por mi ideología. Puesto que me considero progresista y pienso que un gobierno ultraconservador como el ruso, que ha apoyado a movimientos homólogos en la Unión Europea, es un peligro para la humanidad. Sobre todo si tenemos en cuenta que, por algún absurdo motivo, muchos supuestos progresistas están actualmente defendiendo a gente que cuenta con la simpatía de Salvini, Steve Bannon o Bolsonaro.
No obstante, os invito a analizar lo que os voy a contar y a investigar luego por vuestra cuenta, aunque decir eso sea un tópico. Me siento obligado a recordar que aquí no estoy hablando de ruptura de los derechos humanos (en eso todos están manchados de sangre), sino de esa norma de convivencia entre naciones que, aunque sea de manera hipócrita, ha impedido que haya una guerra mundial que se nos iría de las manos: no cambies el gobierno de tu vecino sin una excusa más o menos currada. Aquí me centraré en el clásico de la Guerra Fría de invadir un país para cambiar su gobierno, los países divididos en dos de manera oficial (Alemania, Corea, Vietnam e incluso China) serían un ejemplo aparte.
Ajedrez en la Guerra Fría
Fueron cinco los países que se quedaron con el mundo en la Guerra Fría: Francia, Gran Bretaña, China, Rusia y Estados Unidos. Estos se dedicaron a apoyar guerras civiles, golpes de estado y dictadores asesinos durante décadas. Destacaron especialmente la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética, llegando a un punto en el que costaba no estar en el bando de uno de los dos y se hablaba de un «mundo bipolar».
Nuestros lectores de países hispanoamericanos podrán corroborar de qué estoy hablando. Pinochet no habría podido aplastar Chile sin la ayuda de Estados Unidos, pero había un golpismo interno al que apoyar. De la misma manera por mucho que se calificara a Fidel Castro de marioneta rusa es indudable que la revolución cubana no consistió en rusos entrando en el país caribeño. Este esquema se repitió a lo largo de las décadas en África y Asia.
En general si querías cambiar el gobierno de un país solía haber gente útil para brindarte la excusa. Esta increíble hipocresía sirvió para que los dos grandes imperios del nuevo orden, soviéticos y estadounidenses, resolvieran sus diferencias sin enfrentarse directamente. Los viejos imperios coloniales europeos (británicos, franceses, portugeses, españoles…) fueron obligados a retirarse, dejando a su paso países nuevos, empobrecidos, con fronteras arbitrarias, que serían nuevas piezas para ese enfermo juego de ajedrez de «quito tu dictador y pongo el mío».
Y esto no es algo tan antiguo. Es lo que pasó en Siria (el intento de sustituir a un dictador apoyado por Rusia por un gobierno nuevo) y en la horrenda guerra civil de Yemen cada bando es apoyado desde fuera: un bando está en el bando de Arabia Saudí, y, por tanto, de manera indirecta de Estados Unidos; mientras otro cuenta con el respaldo de Irán, quien está alineado con Rusia.
Incluso podemos analizar el comportamiento del gobierno ruso entre 2019 y 2020 justo antes de invadir Ucrania. Cuando la población se rebeló contra los dictadores apoyados por Putin en Bielorrusia y Kazajstán, este solo tuvo que decir que iba a apoyar a sus aliados contra una rebelión.
El problema es que, como ya se ha visto, Rusia no podía jugar la carta de que hubiera una parte de los ucranianos pidiéndole ayuda. La mayor parte ya quedó fuera de Ucrania en 2014 y desde ese año tanto las medidas del gobierno como el propio rechazo a la toma de Crimea hicieron que el apoyo que Putin pudiera tener quedara muy menguado. La fuerza del nacionalismo ucraniano no ha hecho sino aumentar y sospecho que si este país entrara en la UE tendríamos otra Polonia dentro (simpatía con ultraderechistas, tradicionalismo radical…). Pero también supongo que ese tema se debatirá cuando sea demasiado tarde, como ha pasado con la guerra. Sea como sea, el caso es que la decisión de la invasión rusa carece de toda lógica vista desde fuera. No ha habido ningún movimiento de población a favor, por eso pilló a tantos por sorpresa.
¿Cómo se puede explicar? Entrar en la mentalidad del nacionalismo ruso es un tema muy complicado. Tanto que incluso tiene su propio mundo de novelas súper ventas (solo en Rusia, por supuesto). Por lo que podemos saber desde fuera parece que los políticos rusos y gran parte de su sociedad pensaban que miles de ucranianos iban a saludar a los rusos como liberadores de la influencia europea y estadounidense.
Creo que es evidente que se equivocaban. Además, parece que su última esperanza fue que el ejército ucraniano se pusiera de su parte. Una esperanza sin sentido porque ese ejército está en deuda con la OTAN. Mi duda es si esto servirá para que Ucrania se haga un país más abierto para distanciarse aún más de Rusia (tomando en serio la libertad de expresión, el ecologismo o el feminismo). O si, por el contrario, optará por responder cayendo en la trampa del ultranacionalismo. Me temo que ocurrirá lo segundo.
De este modo, el verdadero problema es que Putin ha intentado cambiar el gobierno de un país (y peor aún, de una democracia, por muchos defectos que tenga). Todo ello sin tener siquiera un bando que le pidiese ayuda, usando la justificación de luchar contra el nazismo para derribar el gobierno de un presidente que, aunque suene a broma, es de origen judío.
Esto puede tener también relación con la historia rusa. Esta nación se siente muy orgullosa de haber sido quien más sufrió para derrotar al nazismo. Dando origen precisamente a este equilibrio mundial que ahora corre peligro. En aquel entonces, los rusos no solo invadieron la Alemania Nazi que les había atacado primero, sino que también lo hicieron con varios países que ayudaron a sus invasores, como fueron Hungría o Rumanía.
En el reparto de Europa que tuvo lugar mientras terminaba la guerra, los soviéticos establecieron gobiernos aliados en esos países que habían estado manipulados por los nazis, sin que hubiera movimientos locales pidiéndolo. Al contrario de lo que sí pasó en Yugoslavia, por ejemplo. Muchos sospechan que la insistencia de los rusos en presentar a Ucrania como un país controlado por nazis es una manera de justificar, como en la Segunda Guerra Mundial, un cambio de gobierno desde fuera. Pero fuera de Rusia no parece que ese mensaje haya tenido mucho arraigo.
Lo que pasó con Irak
Pero los más perspicaces se habrán dado cuenta de que ya hubo una guerra en la que se cambió por la fuerza el gobierno de un país reconocido internacionalmente sin que hubiera una facción interna con la que aliarse y que usar como excusa. Se trata de la invasión de Irak por Estados Unidos y fuerzas aliadas a principios de este siglo. Y creo que no hace falta señalar cómo contribuyó aquello a desestabilizar el mundo, o al menos la región de Oriente Próximo. Y, pese a no estar en Europa, el mundo reaccionó en contra tanto como ha reaccionado ahora. Me resulta curioso que en los típicos argumentos del «y tú más» que he encontrado en internet para acusar a Estados Unidos a favor de Rusia, apenas he visto menciones a la invasión planeada por Bush; cuando fue igual de disparatada desde el punto de vista geopolítico.
Por supuesto, hay diferencias que señalar. Estados Unidos consiguió reunir a su favor a gran cantidad de naciones. Hasta consiguió quedar bien en las Naciones Unidas con su justificación de las armas de destrucción masiva. Puede sonar muy cínico decir esto, pero destaca que se tomaran tanta molestia en justificar esa acción. Rusia ha entrado en Ucrania con el único apoyo directo de tropas bielorrusas, y pocas naciones más han apoyado esta invasión. Incluso China, el gran aliado ruso y gran rival de Estados Unidos, ha tenido cuidado de no apoyar directamente esta guerra.
También es cierto que Irak era una nación sin apenas simpatías entre el resto del mundo. Por ejemplo porque su dictador, Sadam Husseín, había dejado una nación aislada tras obsesionarse en conquistar la nación vecina de Kuwait. En cambio, Ucrania es, pese a sus defectos, una democracia. Y más que una nación que haya invadido a un vecino pequeño es una que ya ha perdido terreno anteriormente a manos de su invasor.
Conclusión
Desde un punto de vista cínico y maquiavélico, hay que admitir que una gran democracia invadiendo a un dictador sin amigos con ayuda de multitud de países y el apoyo de la ONU queda mucho mejor que un solo país invadiendo a una democracia que, además, tenía la simpatía de otros países abiertos del mundo. Y, además de la propaganda, sorprende la diferencia respecto a los beneficios. Mientras los estadounidenses estaban en gran parte movidos por la búsqueda del petróleo los rusos no solo no han obtenido recursos destacables de la invasión, sino que pueden acabar con la economía muy mermada por las sanciones internacionales.
Aquí toco el terreno espinoso de las motivaciones del gobierno ruso, de la misma sociedad rusa y del nacionalismo que les mueve. Soy consciente de que muchos consideran que Rusia tiene derecho a tener bajo control a los países a su alrededor. O que al menos, que hay que aceptarlo aunque no nos guste. A mí eso no me termina de convencer, porque eso significaría ver a Rusia con un poder mundial semejante al de China, por ejemplo, pero esto es, una vez más, un tema que necesitaría otro artículo.
Lo cierto es que la guerra de Putin en Ucrania significa una ruptura de acuerdos tácitos que se habían mantenido durante la Guerra Fría. Aunque no haya sido realmente el primero en hacerlo, ha llevado el desprecio por las normas internacionales mucho más allá. Ese es el motivo por el cual gran parte del mundo se ha conseguido organizar para perjudicar la economía rusa.
Como ya dije en el artículo anterior, lo que menos necesita el mundo, ahora que se recupera de la pandemia y la crisis climática amenaza cada vez más, es el mensaje de que un país puede invadir a un vecino para cambiar su gobierno (incluso si ha salido de unas elecciones) y quedarse tan indemne. No creo que las inseguridades o el sentimiento especial que tenga un antiguo imperio puedan justificar esta locura. La pataleta de los británicos con el Bréxit, que creo que nadie sensato defiende, es una broma de niños en comparación con esto.
Asumiendo que debe quedar claro que no hay justificación para la invasión de Ucrania y que es peligrosa por poner en riesgo el orden internacional, ¿acabará esto bien? Seguramente no. Para empezar, no está claro hasta qué punto merece la pena hundir completamente la economía rusa. Por supuesto, tal como hemos visto sería muy peligroso cometer el mismo error que en 2014 y llevar a cabo solo pequeñas sanciones. Pero una Rusia empobrecida y resentida contra las democracias podría volverse más peligrosa aún en el futuro. También puede ser que pase a depender de China. Eso es algo que haría más poderoso al gigante asiático, pero a Estados Unidos no le haría demasiada gracia. Y, si tenemos en cuenta que la UE y la OTAN han fracasado adivinando las intenciones de Putin, probablemente cometan más errores aún con el siguiente gobernante que tenga el país.
Por supuesto, puedo estar completamente equivocado. Pero no creo que, a corto plazo, esto sea un buen resultado para la humanidad (y eso que no he mencionado la economía). Otra cosa es que, como he mencionado antes, a largo plazo, la humanidad aprenda del susto para evitar que la historia rime y parezca que se repite. Pero de momento lo que llevamos es otro pequeño paso cuesta abajo.
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