Somos parte de una comunidad. Una comunidad que, a nivel global, ha llegado a ser ingente. Como comunidad debemos, en teoría, estrechar lazos. ¿Sirve para esto el turismo? Desde hace unos años hemos empezado a darnos cuenta de lo que produce en las ciudades, en las comunidades, el turismo salvaje y descontrolado. La turistificación.
Vamos buscando experiencias y lugares que no hemos visto. Acudimos a ciertos sitios en masa y nos preguntamos, ¿estamos quizá destruyendo aquello que nos llama, aquello que hace que un lugar sea especial?
En el marco del pasado FIT, el Festival Iberoamericano de Teatro, que se ha celebrado en Cádiz del 15 al 21 de septiembre, se ha dado la oportunidad a dos compañías teatrales, Oligor y Microscopía y Xavi Bobés, de estudiar esto y llevarlo luego al público. Este trabajo ha dado como resultado “Los mapas vivos”, un total de 3 obras de teatro, dos recorridos “turísticos” y la creación de un mapa de papel han puesto de manifiesto todo lo que estamos, posiblemente, perdiendo. Las costumbres y las personas que son la idiosincrasia de una ciudad, los pequeños rincones, las tradiciones… ¿pueden convivir con el turismo de crucero y los tours que nos dejan en la superficie, en las piedras, en los muros? ¿Qué sucede con lo que hay debajo? ¿Qué sucede con lo íntimo y lo oculto?
Cientos de historias y docenas de personas han dado su testimonio, han aportado sus objetos, han dado luz a estas historias. Son 16 detectives de la ciudad quienes han recabado esta información y han ayudado a que surgiera este proyecto. Costumbres como sentarse en las puertas de casa en verano a tomar “la fresca”, los ensayos en peñas del carnaval, los lavaderos de las casas, tantos negocios que se pierden o se reconvierten en nuevas franquicias… Historias como la de Antonio:
En la calle, cerca del mar, vive Antonio y cada día encuentra sus tesoros. Todo aquello que a los demás nos pasa desapercibido o nos parece poca cosa. Como mucho recogemos alguna piedra o conchita de la arena y la llevamos a casa como recuerdo del viaje. Un souvenir: el recuerdo del turista. Un recuerdo que, tal vez, alguien nos trae para decirnos: “estando allí me acordé de ti”. O que nosotros ponemos en una repisa al volver a casa o se rompe o pierde a los pocos días. También son parte del juego de los niños, que llenan cubos en la orilla de la playa. Jugamos a pasear, hacemos castillos de arena, nos encontramos con nuestra infancia, si es que hace tiempo que la dejamos atrás.
Antonio es un artista. Muestra su arte haciendo estos souvenirs, recuerdos muy especiales. Cuando te acercas a su puesto, una parte del paseo que él hace suya, parece que el mar le ha regalado una parte de sí. Hay botellas llenas de piedras y prensadas en una especie de cera, rosas de los vientos que, según cuenta, son «las almas de los marinos que murieron en Trafalgar y muchas cosas más». Recoge también libros y cuadros, y todo cuanto encuentra. Antonio es un artista que cuando empieza a cantar se le humedecen los ojos. Para Antonio no es un juego, es su forma de vida, una manera de subsistir. Vive frente a La Caleta y cada mañana le dice a su playa lo guapa que está. De su puerto nos vamos con un recuerdo y con un velo en los ojos a través del que volver a mirar.
Hoy más que nunca debemos repensar cómo queremos que evolucione el turismo, nuestras ciudades, nuestra forma de ser como comunidad y cómo queremos relacionarnos. Caminar por una ciudad que no conocemos podría ser descubrir y descubrirnos, crear nuevos recuerdos. Hacer de cada paseo un viaje, dejarnos llevar como acunados por las olas. Anclarnos, si es posible, a nuevos puertos.
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