¿Alguna vez has sentido la muerte tan cerca que te acaricia con sus gélidos dedos para transmitirte la paz del final?
Avasallado por la incertidumbre, muchas veces pienso que lo único que tenemos seguro en esta vida, lo único inamovible, lo que a todas las personas nos coge por igual, es la muerte. Toda vida tiene su fin y, hasta cierto punto, es algo que me alivia.
La muerte
Como raza humana, hemos dedicado mucho esfuerzo mental (y físico) a indagar sobre la muerte, a venerarla o a desafiarla. Desde los rituales de momificación en colosales pirámides hasta los zombis de El amanecer de los muertos de Romero, pasando por el mexicano día de los muertos, la consciencia sobre la muerte es uno de los pilares principales sobre los que la cultura humana se ha desarrollado.
¿Por qué esta obsesión? Porque la muerte es incontrolable. Ninguna persona ha vuelto después de morir para contarnos lo que hay al otro lado. De este modo, asustados por la falta de comprensión, hemos creado variedad de mitos sobre lo que existe tras ella, como el de Orfeo y Eurídice, La Divina Comedia, las creencias vudú, Frankenstein o la ya mencionada película El amanecer de los muertos. La explicación ofrecida por una sociedad a lo que haya más allá de la muerte dice mucho sobre la misma; pero eso ya es otra historia.
La caída
El poema que podemos ver en el vídeo del principio del texto es un fragmento del penúltimo capítulo de BoJack Horseman, una serie de animación cuyos temas principales son el alcoholismo, la depresión o el existencialismo (con varias referencias a El mito de Sísifo de Camus). En su conjunto, la serie me parece una obra redonda y con poco relleno; a veces satiriza la sociedad occidental actual y otras decide atacar a la empatía del espectador sin piedad, como en el capítulo que da nombre a este artículo.
(Spoilers a partir de aquí)
Todas las personas en este capítulo están muertas (hecho expresado con la luna llena como símbolo de muerte en los ventanales) y todas han tenido relación con BoJack: Sarah Lynn, la madre de este, así como su tío. Y, junto con estos personajes, la proyección del protagonista hacia Secretariat, a quien identifica en el sueño como su padre. Ambos están, a juicio del autor, unidos por el suicidio.
Así pues, ¿por qué alguien se suicidaría? Hay multitud de justificaciones, pero todas comparten un punto en común: el control sobre la muerte. Decidir el cuándo, el dónde y el cómo. Un caso curioso y bastante conocido es el sepukku, originario de la cultura japonesa. Se trata de una manera de mostrar el último respeto (o desacuerdo) a través del destripamiento propio. Es un nivel de control sobre la muerte tanto físico como simbólico. Se comete el sepukku para transmitir un mensaje.
En esta serie es diferente: Butterscotch (el padre de BoJack) y Secretariat (el caballo de carreras) se quitan la vida después de una decepción masiva con ellos mismos; un acto de cobardía en el que tratan de huir de la realidad. Y aun así, habiendo decidido quitarse de en medio, en mitad de la caída, se dan cuenta de que todo se podría haber arreglado si tan solo no hubieran estado a punto de morir, sin vuelta atrás.
Asimismo, BoJack vive durante el capítulo una experiencia similar a la relatada en el poema según va percatándose de lo inminente de su muerte. Y, aunque su decisión fuera egoísta (ya que vuelve a la piscina para ahogarse porque su amiga no estaba disponible para salvarle), esta acción es guiada por una gran decepción sumada a un descontrol con el alcohol, cauce de muchos de sus problemas.
La vida real
En la vida real, no me gusta juzgar el consumo de otras personas. Pienso que es una de las decisiones más personales que puedan existir, como puede ocurrir con la propia muerte. A pesar de esto, me asusta la poca consciencia que tenemos sobre estos temas y que los consideremos casi como un juego, hasta que finalmente se acaban sufriendo las consecuencias.
¿Cuánta gente hay viviendo en un culto hedonista a la muerte, siendo náufragos en un mar de sustancias? No tengo respuestas. A algunos solo les queda el dolor de las consecuencias, sumado a las vistas desde la mitad de la caída.
Seguiremos buscando.
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