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La rebelión de las mesas

Parece haber un consenso entre la población mundial sobre el número de patas necesarias en una mesa. El consenso dicta que sean cuatro. Esto acarrea que una mesa a la que le falte una sola de las patas tendrá muy difícil sostener cualquier objeto. Los platos se quebrarían en pedazos, las macetas volcarían y dejarían tumbado e incapacitado al pobre ficus…

Curiosamente mi número favorito es el 4. Pero siempre me he identificado con el número 3 o con el 2. Sin embargo, el 4 es tan geométrico y tan cuadrado, que se me antoja irresistible. Es normal que en el Concilio Mundial sobre el número de patas, escogieran el 4. 

Las mesas de mi barrio no cumplían con esos principios establecidos. La media de patas en las mesas de mi barrio es de 2,8. Parecían estar cojas o mancas. Todas las mañanas, a eso de las 11, recorríamos mi perro y yo los lugares donde la gente las abandona. Mesas huérfanas y olvidadas.

Cuando paseábamos, trataba de recoger todas ellas y traerlas a mi casa. Cogía la caja de herramientas y trataba de insertarles las patas que les hicieran falta. Para ello usaba partes de palés, maderas viejas de la basura e incluso ramas y palos que encontraba mi perro en la montaña. Tenía unas cien mesas en mi casa, esperando a ver si alguien las acogía. Pero a nadie parece importarle las mesas.

Algunas las colocaba unas encima de otras, clavándolas entre ellas con clavos que me regalaba el de la ferretería. Cuando estaban listas en una columna de 4 o 5 mesas, se convertían para mí en estanterías con relieve. Resultaban especialmente útiles porque no era necesario usarlas para un único fin. Me gustaba llamarlas «mesanterías». Si las mesas se unieran a lo mejor dejarían de ser mesas.

Las propiedades emergentes son aquellas que surgen de la asociación de dos o más funciones, ejercidas por entes a priori, independientes. Distintos trozos de madera, unidos y armónicos pueden formar al unísono mesas, sillas, estanterías, e incluso «mesanterías»… Quizá no conozcamos todas sus creaciones, quizá no podamos apreciarlas.

En algún momento se alzarán, aunque horizontales; y construirán muebles distintos, más amables, adaptados a su identidad de mesa, respetando su geometría y la resistencia de sus patas. Alterarán la percepción de sus planos, comprenderán sus grosores. Se unirán, dejarán de lado el número de patas que tienen, y entenderán que cuantas más patas tiene una mesa, más difícil es derribarla.

Algún día no habrá ninguna mesa abandonada, ninguna sin libros o manteles o calcetines o drogas… Algún día nadie podrá pararlas.


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