1.
Corrió entre pastales y campos de maíz;
huyó de la sombra, le hacía infeliz.
En el camino, una granja alcanzó a mirar.
—Espero que me acoja —menciona al entrar.
Marcaban las 7, nocturnas cual sombra de hielo,
y en un parpadeo se oscureció el cielo.
Un largo pasillo en medio fue lo primero que vio,
aunque la poca luz del lugar la experiencia le agrió.
Vacas, caballos, gallinas y cerdos en corrales de alambre,
pero lo mas inquietante: los patos negros que parecía que morían de hambre.
Mejor platillo no pudo ser,
y su izquierdo meñique decidieron morder.
En sus manos, una sopa de pasta observó.
Un hombre a sus espaldas con gabardina negra se acercó.
Lo absurdo del abecedario gritaba él sin sentido;
cuanto más fuerte y más cerca, más espantoso era el sonido.
Su sopa le lanzó.
—¡Ayuda! —gritó.
Estruendo en el lugar se armaba y por el pasillo siguió.
Con muñecas atadas y boca sellada,
una mujer en un colchón estaba amarrada.
Otra, no muy amigable, sobre ella lamió.
Golpeó, tocó e incluso escupió.
—Golpea con tu cabeza —una tercera le ordena.
La segunda hace caso y la primera muere en dureza.
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