Ahora mismo tengo a mi alcance, gracias a la tecnología, todo tipo de datos procedentes de todo el mundo. Estamos en la época mejor comunicada de la historia; creo que nadie lo pondrá en duda. Tenemos a nuestro alcance noticias de lugares lejanos, comida de innumerables culturas. Podemos viajar a las mismas antípodas con una facilidad que hubiera mareado a Elcano. Incluso en muchos de los lugares del mundo con peor nivel de vida se ha popularizado la posesión de smartphones, por lo que encontramos gente sin acceso a sanidad y temiendo pasar hambre pero que, eso sí, tienen WhatsApp.
Si las economías del Sudeste Asiático, por ejemplo, tuvieran problemas graves, lo acabaríamos sintiendo. Y no creo que haga falta que hable sobre el petróleo de Oriente Próximo. En un aspecto menos serio, en cuanto aparece un nuevo anime podemos encontrarlo en internet subtitulado con una muy aceptable calidad, en varios idiomas de origen europeo, no solo el omnipresente inglés. Así, no debería repetirse mi enfado de hace años cuando supe que Shin Chan o La Princesa Mononoke habían tardado años en llegar a mi país.
Y ya que he mencionado el inglés, idioma del que no podemos escapar, pensemos en lo que ha hecho posible: podemos contemplar en chats a personas de lugares tan dispares como Georgia o Vietnam comparando sus respectivos países desde sus casas.
¿Alguna vez ha pasado algo parecido en la historia? Es cierto que en un pasado lejano fue posible viajar desde el Golfo de Cádiz hasta el río Indo. Teníamos la posibilidad de viajar por varias rutas distintas, usando como lengua la variante clásica del griego y, más tarde, del árabe. Sin embargo, jamás hubo una era en la que alguien pudiera comunicarse instantáneamente con personas situadas tan lejos, aun conociendo la misma lengua. Sí, lo sé, es evidente, pero pensadlo. Estamos en un momento único.
La humanidad no ha tenido nunca tal facilidad para la comunicación, jamás ha sido tan sencillo mover de un lado a otro personas, mercancías o información. La información parece la clave de esta época; no en vano se usa mucho el término de «La Sociedad de la Información». Un término que fue acogido con mucho entusiasmo. A estas alturas, cumplida una quinta parte del siglo XXI, sabemos que tan tan maravillosa no es. A mí por lo menos se me ocurren aspectos mejorables, algunos muy preocupantes.
Los optimistas (que se creen) bien informados
Casi nadie pretende ya que la facilidad para acceder a la información signifique obligatoriamente que una sociedad esté mejor formada, tenga una política más sana o simplemente sea más fácil de engañar. Pero, aunque ese idealismo simplista esté bastante muerto (no hace falta explicar por qué), lo cierto es que aún persiste un derivado: la idea optimista de que es muy fácil estar al día con todo lo que pasa en el mundo, y quien no lo está es porque no quiere.
De hecho, existe una versión aún más alegre de esta idea preconcebida: consiste en que hay que tener una mente muy cerrada o unos intereses muy limitados para no estar al tanto, más o menos bien, de lo que hay en el mundo. ¡Al fin y al cabo, con tantos medios de comunicación te vas a acabar enterando de todo lo importante! Es la maravilla de esta época: quien no está al día de lo que ocurre en este pequeño planeta, la aldea global, es porque no quiere.
Sin embargo, lamento decir que no es tan fácil. Quizás nos llegue mucha información del extranjero, pero generalmente esta se limita en su mayor parte a acontecimientos de X tipo en Y zonas concretas del planeta. Seáis de donde seáis, me la juego diciendo que la información del mundo que os llega proviene principalmente de Estados Unidos y Gran Bretaña, quizás un poco de Japón, del mundo árabe y, cada vez más, de China.
Como habitante de España puedo decir que aquí también se difunden bastantes noticias de los países más importantes de la Unión Europea. Y, si no me equivoco, los lectores/as de Hispanoamérica reciben, en contraste, bastante información de otros países hablantes de español en su área. Y sospecho que algunas naciones serán más mencionadas que otras. Así que, al igual que apenas se ven noticias de Letonia en España, seguramente la mayoría de Hispanoamérica sepa poco de Guatemala, por ejemplo.
Esas partes del mapa que nunca miraste
Pensadlo bien. Elegid un país fuera del área que he mencionado, donde no hayáis estado y del que no hayáis visto series o películas. ¿Qué sabemos de su situación, de su historia reciente? No pretendo, aunque me apasione la historia, que todo el mundo sepa con precisión el legado de cada región y cada cultura. No obstante, sí creo que deberíamos, como un ideal (por sentido práctico o moral, el que os guste más), intentar saber más sobre el mundo que nos ha tocado.
Este contraste entre la facilidad para conseguir información y toda la que se nos escapa es una de las mayores paradojas de nuestra sociedad. No se aplica solo a lo que sabemos sobre otros países, pero creo que es uno de sus aspectos más serios.
Quizás el problema sea que tenemos tantas posibilidades que al final vamos a lo fácil. Como quien elige ver siempre el mismo tipo de serie o almorzar en los mismos sitios. El problema es que así quedamos a merced de los servicios «informativos». Y a veces su calidad y honestidad deja mucho que desear.
Un pequeño aporte al problema
He estado pensando en lo difícil que es saber el contexto de cada país y cada área geográfica. Y es que además de dar difusión a las noticias internacionales, cosa que ya intento en mis parcas redes sociales, podría servir dar unas claves generales. Bocetos sobre algún patrón que se repita en el mundo. Y hay uno muy habitural: las fronteras creadas artificialmente.
Así que en mi próximo artículo hablaré de un problema que justifica muchos de los conflictos y dificultades de África y Asia: las fronteras creadas de formas arbitrarias por administraciones extranjeras. Ahí explicaré de manera breve los principales casos y cómo surgió la idea dentro de La Independiente. Espero con ilusión que sea de ayuda para quienes queráis empezar a comprender este complejo mundo pero que no sabéis por dónde empezar.
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