El pasado 14 de marzo, ocurrió algo que un par de quincenas antes poca gente podría haber imaginado. Tenía comprado un vuelo para la madrugada del 15 que nunca pude coger a causa de su cancelación. Y no por una huelga o por el clima, como podría haber sido lo habitual, sino porque una pandemia arrasa el planeta. A primera vista, puede parecer una nimiedad. Con esto quiero decir que no creo que sea el único al que la situación le descolocó la vida y barrió con todo plan futuro.
A menudo digo que la evolución es la repetición del genio.
»¿Y qué es el genio?
»Es la originalidad aplicada a la adaptación de un contexto. Por ejemplo, la primera jirafa en desarrollar el cuello largo sería la poseedora de dicha genialidad. Y, entonces, la selección natural se encargaría del resto. Curiosamente, con el arte pasa algo parecido a nivel comunicativo. Cuando decimos que una obra ha sentado cátedra y ha fundado un género por su originalidad, influenciamos a todas aquellas obras posteriores que repitan de una manera u otra dicha genialidad. Aquí, un buen ejemplo puede ser la obra de Fritz Lang, quien sería el precursor y fundador del cine noir.
Volviendo al contexto actual, creo interesante hablar de cómo arte y artistas se han adaptado a la pandemia. Aunque haya agitado la mayoría de sectores y estos hayan tenido que reinventar hasta sus pilares, se han adaptado para cuando les tocara abrir de nuevo las puertas. Ese ha sido el caso, por ejemplo, de la restauración o de la educación. Bajo mi punto de vista, la cultura tiene su grado extra de creatividad en esta ecuación.
La herramienta común que se ha usado en casi todos los sectores para acomodarse al contexto ha sido Internet. Al no poder hacer uso social del espacio material, como bares o tablaos, dicha función ha quedado relegada al espacio virtual, accesible para (casi) todo el mundo. Concretamente, las redes sociales y las plataformas de streaming han sido la vía para que muchos artistas pudieran conectar con sus públicos y compartir su arte desde la estabilidad de sus casas. Aunque esto no era algo nuevo, ya que hay internautas en otros sectores que llevan años recibiendo donaciones a cambio de crear contenido. Pero, como es normal, en el campo del arte siempre se ha preferido vivir un concierto en vivo a verlo grabado. O deleitarse con un cuadro en un museo a observar una simple fotografía del mismo.
Sin embargo, como estos espacios yacían cerrados, la mayoría de los artistas se vieron en la necesidad de digitalizarse.
Al comienzo de la cuarentena, muchos pensamos que el arte nos serviría para mantener la cordura durante aquel infierno y que era buen momento para retomar aficiones como el cine o la lectura, ya que no podríamos experimentar «arte en vivo». Pero nada más allá de la realidad: Instagram se llenó de festivales, organizados en los directos de su plataforma, de diferentes artistas.
#YoMeQuedoEnCasaFestival fue el primero que vi compartido en alguna historia de Instagram. Un par de días después, le seguiría el Mantita Fest, con un cartel centrado en cantautores menos conocidos. Después, muchos más utilizarían este formato durante la cuarentena.
El Museo del Prado también emitiría directos enseñando sus entrañas, mientras que otros abrirían sus puertas de manera online e interactiva.
Podríamos pensar que, por ejemplo, la literatura es un arte que ya estaba asentado de forma online gracias a plataformas como Amazon o Kindle, pero estaríamos olvidando toda la parte «en vivo» que también cabe en esta rama artística: desde los poemas a máquina en la acera del Darro hasta las Poetry Slam; aquí, también se tuvieron que buscar alternativas.
Iniciativas como Escaparate de Poesía fueron pioneras en llevar la poesía a Instagram. Las Slams a nivel nacional se convirtieron en la Poetry Slam covid-19 y, tras el éxito de dicha dinámica, el Escaparate de Poesía desde casa era el siguiente paso por dar. A diferencia de los conciertos en streaming, aquí los poemas se mandarían por correo electrónico y se subirían al feed de la cuenta. Así, los usuarios podían interactuar con las publicaciones y podían decidir quién ganaba.
Ahora, se están volviendo a abrir los locales con las debidas medidas de seguridad. Y, con esto, están volviendo las actuaciones en vivo, adaptándose también a esta «nueva normalidad». Aun así, no olvidaremos esta rara época de nuestras vidas ni las originales formas con las que buscamos habituarnos a ella.
Espero que este escrito nos sirva como recordatorio de que, soplen los vientos que soplen, siempre podemos izar una vela.
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