Categorías
ARTÍCULOS Social y Política

EL PERFIL-ESCAPARATE

Autora: Patti McCullogh
Correctora: Gracia Vega

Hace años que la palabra «interacción» designa la comunicación a través de pantallas. Y la palabra «comunicación» parece ser más una consecuencia de una sobrecarga de contenidos que una manera de interactuar y percibir el mundo. La «comunicación» se hace a través de Facebook, Instagram o Twitter. Es decir, la comunicación tiene lugar a través de plataformas que nos permiten estar en contacto con gente de todas partes del mundo, pero que, por el contrario, nos alejan de nuestros familiares y amigos. Estos pasan a ser tan solo otro número en la lista de seguidores. Pero el mayor problema no es confundir a tu padre con un follower, sino confundirte a ti mismo con tu perfil en la red social.

Los perfiles que creamos en Internet son eso, perfiles. No podrían capturar todas las dimensiones de la persona real. Es por esto que las interacciones a través de las redes se quedan en una interpretación, una expresión performativa de algunos aspectos de nuestra persona. Siendo así, lo importante en internet no es cómo eres, sino como te retratas. Sin embargo, hay algo más importante aún: cómo te perciben el resto de identidades de la web. Intentamos ajustar ese retrato a lo que nos gustaría ser o a lo que creemos que al resto de identidades de la web les gustaría que fuésemos y así ganarnos su click, su aprobación, y, por ende, la validez de una personalidad que hemos creado y acabamos por creernos si no se tiene en mente la diferencia entre la persona real y la persona virtual.

De esta manera, compartimos información sesgada sobre nuestras personas, dejando fuera lo que no queremos que vean de nosotros. Entonces, nuestras buenas cualidades —no dudo que las haya o que sean mentira —adoptan una dimensión desproporcionada con tal de parecer atractivos. Esta misma estrategia que utilizarían algunos publicistas para vendernos sus productos, la ponen en marcha los usuarios de redes sociales para promocionar su identidad virtual. Actuando así su perfil como un escaparate de personalidad que tiene por fin llamar la atención de otros usuarios y que tendrá como recompensa la validación de una identidad sesgada. 

Los usuarios se convierten en una «marca» o identidad que te diferencia del resto y que atrae seguidores o, lo que es lo mismo, potenciales consumidores de tu producto.

mujer sentada en un sofá marrón bajo una señalización de neón más lenta

Compartimos la música que escuchamos, el coche que queremos y la ropa que llevamos. Todo esto pasa a formar parte de nuestro escaparate. Así, otros usuarios interactúan con nuestros posts generando una respuesta positiva o negativa en base a nuestros hábitos de consumo.

A través de nuestra identidad, servimos de escaparate de productos a las grandes empresas y sin cobrar. Más bien lo contrario, ya que es el mismo «vendedor» el que paga por adquirir el producto desde el principio. Esto quiere decir que en lugar de que las marcas intenten vender sus productos a los consumidores, los consumidores se están vendiendo los productos los unos a los otros. Así, al promocionar nuestra persona con los productos de —música, ropa, comida— que nos identifican, realmente estamos trabajando para las marcas y empresas que nos definen como consumidores y que, al final, son los que sacan un beneficio real de estas estrategias.

Fotos gratis de Nike

Esta publicidad subversiva se enmascara bajo nuestro aparente control sobre nuestra personalidad y nuestro perfil, resultando ideal para las empresas. Puesto que estas reciben promoción gratuita y exenta de impuestos. Además, la publicidad entre consumidores hace que el producto se exponga en un ámbito real y cercano, ya que el posible comprador puede ver el producto funcionando en manos de un consumidor real. Es decir, una persona de confianza que ha sido aprobada en base a sus hábitos de consumo y que es admirada por ello. Llegados a cierto número de seguidores, el influencer promocionará cualquier cosa y el follower lo comprará por estar adquiriendo una parte de esa personalidad que admira. De esta forma, todos los actos del influencer se convierten en una estrategia de mercado con repercusiones económicas.

Por tanto, existe la predisposición de los usuarios de redes a configurar su identidad en base a productos culturales y de mercado con el fin de crear su ámbito de influencia. Este ámbito de influencia termina siendo el área de promoción de ciertos productos para el beneficio de los dueños de las marcas que mostramos. Como consecuencia, la identidad y el producto asociado a ella se convierten en una sola cosa hasta el punto de que expresar una idea termine por ser la mera venta de un producto. Por este camino, alcanzar el éxito personal solo es posible si se alcanza el éxito en el mercado liberal. Determinando el valor de una persona meramente por su economía y, por tanto, por su humanidad despreciada. Todo ello como resultado de un sistema capitalista que estructura nuestras relaciones sociales a través de las redes.

De manera inconsciente o no, acabamos siendo producto de consumo para encajar en esta estructura. Nuestra alternativa reside en conocer los patrones de actuación y cambiar su rumbo a nuestro favor. Es decir, si las redes son un escaparate, mostremos conocimiento, arte y talento creador. Mostremos lo que nos inspire a construir un mundo más digno, más libre y más humano.

Deja un comentario