Si consultamos a la Real Academia de la Lengua Española, nos encontramos con que la palabra “histeria” se define como “enfermedad nerviosa, crónica, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente funcionales, y a veces por ataques convulsivos”. Sin embargo, el término deriva del francés hystérie, que a su vez deriva de la palabra griega hystéra (ὑστέρα), cuyo significado no es otro que útero.
A primera vista parece confuso e inconexo, ¿verdad? El hecho de que una enfermedad que nada tiene que ver con el sistema reproductor femenino sea nombrada con dicho término. Es más, hoy en día sabemos que esta enfermedad ni siquiera es exclusivamente padecida por este sexo. No obstante, al repasar la historia de esta dolencia vamos a entenderlo enseguida, aunque no será precisamente bonito el camino que recorreremos.
En la época del médico heleno Hipócrates (460-370 a.C), se creía que el útero era un órgano que se movía por todo el cuerpo. Es decir, que no tenía un lugar establecido en el bajo vientre, como ahora sabemos, y que esos movimientos podían causar males y dolencias. De hecho, la histeria se producía, en teoría, cuando el útero se desplazaba hasta el pecho, causando así algunos síntomas como falta de aire o sofocos. Posteriormente, a lo largo de la historia, la enfermedad continuó considerándose exclusivamente femenina. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en la Época Victoriana o en los dudosos tratamientos del Doctor Freud. Además, en este momento ya se habían sumado numerosos síntomas como espasmos musculares, pesadez abdominal o insomnio.
Llegados a este punto podríais preguntarme qué pensaban los médicos victorianos y el bueno de Freud y por qué la seguían considerando puramente femenina… Y yo os responderé que la supuesta causa de los males es tan fantástica como el hecho de que uno de nuestros órganos se suba al pecho y nos deje sin aire: el sexo, al parecer, era la causa de todo.
Gracias a la ideología del siglo XIX, estos defendían que el hecho de que la mujer reprimiera su deseo sexual le causaba los síntomas histéricos. Para ellos, la única solución era que el médico realizara “masajes pélvicos” hasta que la paciente llegase al orgasmo, quedando así, en teoría, curada. Además, llegaron a creer que una de cada cuatro mujeres estaba aquejada de histeria, lo que explicaban debido a que el ajetreo de la vida moderna enfermaba a las mujeres. Esta creencia era normal, pues casi cualquier síntoma se relacionaba con esta enfermedad y bastaba con tener uno o dos de ellos para diagnosticarse.
Es decir, estaban estresadas, lo cual sería lógico teniendo en cuenta que muchas de ellas, sobre todo las de clase obrera, tenían proles numerosas. Pero también, las de clases más elevadas. Muchas veces estas debían casarse en contra de su voluntad con hombres de grandes fortunas, en ocasiones mucho mayores que ellas, y empezar a ser hacendosas amas de casa… Cuando antes, en la casa familiar, se habían dedicado a dar paseos, estudiar música o pintar.
Por lo tanto, los supuestos síntomas histéricos se veían en parte relacionados con la vertiginosa vida moderna. Sin embargo, se seguían tratando como un mal sexual que requería “desahogo”. Es más, seguramente, hoy día, estos síntomas se corresponderían con lo que actualmente llamaríamos un cuadro de ansiedad.
También sabemos que, en esta época, la histeria femenina no se curaba con un único masaje, sino que había que aliviar dicha tensión frecuentemente. Es por ello quemlas pacientes histéricas eran una fuente continua y constante de ingresos para los doctores. Sin embargo, parece ser que esos masajes resultaban para ellos cansados y tediosos. De tal modo que, para aliviar su carga de trabajo, se inventaron los vibradores, utilizándose el primero de ellos eléctrico en un asilo francés en 1873. Si alguna vez os habíais preguntado de dónde venía el invento, aquí habéis encontrado la respuesta.
Por su parte, Freud afirmó que la histeria se debía a un trauma de la infancia alojado en el inconsciente. Este creía que el trauma trataba de salir a la luz mediante estos síntomas. Como ya sabréis, los traumas que Freud encontraba en el inconsciente solían estar también relacionados siempre con la sexualidad en la infancia y con los padres.
Por muy sorprendentes que puedan resultar estas teorías, en esta época no eran nuevas. Ya en el siglo II d.C., el médico romano Galeno había declarado que los síntomas de histeria se producían en mujeres particularmente pasionales que se veían privadas del sexo, como viudas, monjas… O en algunas ocasiones, mujeres casadas pero ya desencantadas con su matrimonio. En la Edad Media, se mantuvo la creencia, y por ello se recomendaba un coito para curar la enfermedad a las mujeres casadas. También se recomendaba el matrimonio para los solteras y, como último recurso, un masaje que esta vez daba una comadrona.
Por suerte para las mujeres, la semilla que había plantado Freud, que explicaba la histeria como un trastorno, al fin y al cabo, puramente psicológico, fue creciendo a lo largo del siglo XX. Ayudada por el hecho de que se definieran en psiquiatría los trastornos disociativos. Es decir, todos aquellos trastornos en los que un mal psicológico produce síntomas físicos en el paciente sin que una enfermedad física concreta los explique. Así, vemos cómo en Francia pasó de haber 110 tesis de psiquiatría sobre la histeria en 1890 a 0 en 1930. Hoy en día, por suerte, ya no se diagnostica esta enfermedad, ni se cree que el origen del mal sea sexual o uterino.
