Las técnicas y teorías relacionadas con la interpretación de la historia nunca pueden separarse del aura social, cultural, política y religiosa de los instantes históricos. ¿Os imagináis en el siglo XIX a ese prototipo de historiador positivista de traje y corbata escribiendo, por ejemplo, sobre las mujeres y la importancia de las actividades domésticas? No, ¿verdad? Yo tampoco.
La figura del historiador, plagada de subjetividades implícitas por el marco en el que vive, busca una objetividad dentro de ese marco de imparcialidades. ¿Por qué digo esto? Porque quiero relacionarlo con el origen de la disciplina de los Estudios de Género a continuación:
Es indiscutible que el desarrollo de esta materia nace cuando el movimiento feminista empieza a estar consolidado en la sociedad. Ya sabemos que comienza a gestarse a finales el siglo XIX con los primeros pasos hacia una educación igualitaria. En esos momentos, empezamos a recordar a esas escasas mujeres, siempre burguesas, rodeadas de compañeros masculinos en las clases universitarias. O, si hacemos memoria, con las luchas de las británicas hermanas Pankhurst para conseguir el voto femenino, logrado en 1917.
Las innovaciones mentales que se desarrollan durante la primera mitad del siglo XX empiezan a calar primero en las universidades norteamericanas. Durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX, a la par que existe ese oscurantismo estadounidense, donde las mujeres tienen que volver al hogar y depender de sus maridos tras haber sido (entre otras muchas cosas) el motor industrial durante la II Guerra Mundial, también existen hilos de luz ligados a los movimientos feministas de esa época. Y es entonces, en esos instantes, cuando la comunidad científica bebe de la comunidad social y se empiezan a gestar los pioneros Estudios de Género.
Los Estudios de Género comienzan a buscar alternativas a los temas, espacios sociales y poderes tradicionales narrados hasta el momento. Esto se debe a que, hasta entonces, esas materias no habían sido cuestiones históricas como, por ejemplo, la infancia, los cuidados, la muerte, etc.
Una obra que aún hoy me sorprende es la titulada La Historia de la vida privada de Georges Duby y Philippe Ariés. En los años ochenta del siglo XX, en Francia, Duby (1919-1996) ya había escrito sobre guerreros y campesinos de la Edad Media, sobre el feudalismo o sobre el arte gótico. Ariés (1914-1984), sobre la muerte y las tradiciones sociales. Ambos eran bebedores de la Escuela de los Anales y de sus nuevas mentalidades. Pero, en 1987, sale a la luz esta obra donde la perspectiva de género empieza a dar sus frutos y el espacio doméstico es visibilizado desde el Imperio Romano hasta la actualidad (la de ese momento). ¿No es en las casas donde también se cuece la historia?
Tres años después, Michelle Perrot (París, 18 de mayo de 1928) y Georges Duby publican, como directores, la obra pionera en este campo: Historia de las Mujeres en Occidente. Se trata de cinco volúmenes que nacen en 1991. Sus tomos se organizan de manera cronológica desde la Edad Antigua hasta el siglo XX, todos ellos coordinados por las mejores especialistas de su campo. Esta obra no pretendía ser una enciclopedia mundial. De este modo, los propios directores animaron a que se continuaran escribiendo historias de mujeres de otras partes del mundo.
La directora de la obra, Michelle Perrot, está consagrada como una de las grandes historiadoras. Su trayectoria ha marcado un punto de inflexión sobre los estudios de género. Llevó una vida dedicada a la historia de las mujeres y a los espacios familiares e íntimos, como demuestra Historia de las alcobas (2011).
Como Perrot, otros nombres han tenido gran impacto en la historiografía: no quería olvidarme de Eva Cantarella, Mery Beard, Silvia Federici, Joan Scott, Koan Kelly, Natalie Davis o Fernanda Gil Lozano Valeria; todas ellas precursoras en cada uno de sus países.
Pero aquí, en España, no podemos correr tanto. Cuarenta años de dictadura franquista hacen mella y retrasan los logros alcanzados durante la II República. Por ello, tenemos que situarnos en 1979 para empezar la basa de la columna.
En ese año, la Universidad Autónoma de Barcelona celebra unas jornadas tituladas Seminari d’Estudis de la Dona y la Universidad Autónoma de Madrid la sigue con Seminario de Estudios de la Mujer. Pero hay lentitud, y mucha. No olvidemos que por estas fechas se están constituyendo las autonomías y, años después, se iniciarán las fundaciones de la mayoría de universidades españolas, que no finalizarán hasta la década de los noventa del siglo XX.
Narrado todo esto, nos hemos plantado a comienzos de un nuevo siglo. Si en Norteamérica ya llevan cincuenta años de tradición historiográfica, en realidad, aquí en España (y en el resto de Europa y Latinoamérica) es ahora cuando se está empezando a crear el fuste.
Hablar de estudios de género hoy, aunque dicen que está de moda, se resume en una asignatura optativa en los planes de estudios universitarios de determinadas carreras ligadas con los conocimientos humanísticos. Y, cuando se accede por esa puerta hacia esta asignatura, observamos que son máximo quince personas y, entre ellas, tres son hombres.
Pero no todo es decepcionante. Entre esas quince personas habrá futuras historiadoras, filólogas, arqueólogas, historiadoras del arte, humanistas, etc., y ahí es donde empieza la riqueza.
La multidisciplinariedad de estos estudios es incalculable y, aunque reciente, esta disciplina empieza a cobrar ventaja: nace abarcando tantas materias como relaciones sociales han tenido mujeres y hombres. Además, plantea otra ciencia, otra historia, otra interpretación a través de la perspectiva de género. Esa es la parte positiva.
Lo adverso viene cuando el noventa por ciento del alumnado que se matricula en las universidades no sabe qué le ha pasado, a qué se ha dedicado, dónde ha estado y cuáles han sido las circunstancias de la mitad de la población.
El panorama actual constata una inclinación a continuar estos estudios. Se observa en los grupos de investigación, en las publicaciones recientes, en tesis doctorales y en los seminarios y conferencias. Aun así, queda la losa transversal: la de escribir una Historia de la Edad Moderna y que las mujeres queden relegadas a un capítulo singular.
Y, si esas mujeres no tuvieron lugar en ciertos aspectos tradicionales de la historia, no hay que inventarse estudios ni hacer justicia contemporánea. La misión es mostrar por qué no están y no «corregir lo que ya se hizo, modificar lo que ya ha tenido lugar. Es ridículo escribir el cuento de Caperucita haciendo del mismo un refrito feminista. El cuento es el que es, y hay que explicar por qué es así y escribir cuentos hoy que no reproduzcan ese sesgo». (cita 1)
Afianzar esta metodología basada en la perspectiva de género conlleva una manera distinta de enfrentarnos a los archivos y a los restos arqueológicos, una búsqueda de documentación en espacios distintos y, por último, un interrogatorio sobre las formas de poder y autoridad.
Y todas estas cuestiones conllevan tiempo: tiempo material y tiempo mental. No se trata de juzgar con ojos actuales hechos que acontecen años atrás (esto es muy peligroso para la disciplina), ni de dar protagonismo, ni aportar curiosidades sobre las mujeres, sino visibilizarlas e intentar narrar con su propia voz su pasado. Es una cuestión complicada para esta disciplina ya que, como decía Georges Duby: «a propósito de las mujeres de aquella época —período medieval—, no hay testimonio que no esté torcido, deformado. Jamás oímos sus voces. Siempre son los hombres los que hablan de ellas». (cita 2)
Entonces, ¿por qué siguen siendo necesarios los estudios de género?
»Porque treinta años no son suficientes para escribir historia.
Bibliografía
Fuster García, F., (2009), La Historia de las mujeres en la historiografía española: propuestas metodológicas desde la Historia Medieval, Edad Media. Revista de Historia, No 10, pp. 247-273.
Lagunas, C., (1996), Historia y género. Algunas consideraciones sobre la historiografía feminista, La Aljaba, Vol. I, pp. 27-33.
Otero-González, U., (2019), Historia, mujeres y género: de una historia sin género a una historia de género, Historiografías, No 17, pp. 27-50.
Rocha, M., (2017), La historia del género y el género en historia. Apuntes preliminares dentro del profesorado en Historia, de la Universidad Nacional de La Plata, Clío & Asociados, No 25, pp. 86-97.
(cita 1) Díaz Sánchez, P., (2015), Historia social e Historia cultural de las mujeres. Apuntes para un debate, Revista de Historiografía, No 22, p. 22.
(cita 2) Duby, G., (1992), La historia continúa, Madrid, Debate, p. 171.
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