Cómo empezar estas líneas, así, a bote pronto, cuando el día que sale tu publicación es el 31 de mayo. No sé qué hechos sucedieron en el pasado en este último día del mes. Tampoco qué persona destacada murió ese preciso día, ni quién nació a las puertas de junio. Solo puedo decir que esas personas son géminis —aire— y su símbolo son esos gemelos que dan grima.
Con esta introducción os digo que solo sé que el día 31 de mayo los castellanomanchegos alzamos un poquito el pecho porque desde 1984 celebramos el día de estas tierras. Casi 40 años conmemorando oficialmente la Constitución de las Cortes regionales. Casi 40 años enseñando molinos de viento encalados de blanco a toda España, y Toledo, por supuesto, bien al mundo entero.
Además de molinos, cuyos embajadores fueron Cervantes y Gregorio Prieto por cierto, en La Mancha hay un elemento que nos identifica mucho más. Un ritmo con cuyo compás imagino moverse la cuchara de madera de mi abuela en la olla del puchero. Me la imagino a ella, a Juana, en todas las situaciones cotidianas de lucha constante cantando a tres tiempos, uno más fuerte que el resto. Esos versos simples dedicados a los amoríos o a la dura labor del campo.
Aunque soy de la Mancha
No mancho a naide
Más de cuatro quisieran
Tener mi sangre.
Los versos fáciles, sencillos y con pocas palabras de Las Seguidillas Manchegas favorecieron la expansión hacia otras zonas de España como Sevilla, Cantabria, Canarias, o incluso América. El viento y la oralidad, la emigración, el analfabetismo, o la facilidad de retención del estribillo hicieron que, durante cinco siglos, la seguidilla fuese el ritmo, danza y cantar de esta gente que vivió en la humildad y en los constantes quehaceres.
Los bailes y canciones populares en la actualidad son denostados o reflejados puntualmente en el grupo de danzas y coros del pueblo. Del mismo modo, en muchas ocasiones, están íntimamente relacionados con la religión, haciendo su actuación en el día fijado de la virgen o santo. Estos bailes y canciones populares necesitan ser escuchados, con verdad por la juventud actual. Y cuando esto sucede, cuando se coge lo que es nuestro, se percuten unas castañuelas y se añade un oído actual, salen álbumes tan especiales como Cancionero Estoico de la banda albaceteña Vermú.
En este día donde los castellanomanchegos alzamos un poquito el pecho me gustaría que también diésemos al play de nuestra memoria y reivindicáramos lo que durante años se ha desvalorizado, ocultado y avergonzado. Esto sirve igual para el resto de comunidades. Que si no nos sale escuchar una seguidilla tradicional, porque en los vídeos del NO-DO la calidad sonora no es muy buena, busquemos grupos de música. Grupos de esos que están y que han sabido de una forma muy natural armonizar los sonidos con los que crecimos, con los que nacimos. Con excelentes ejemplos como “Canto Alegre” de Vermú, “La manchega en la azotea” de Karmento, o las imágenes de “Un llanto” de Vicente Navarro.
Si Lorca, Machado o Miguel Hernández se dejaron influenciar por estos ritmos, ¿a quién no le va a gustar un folklore manchego del siglo XV después de Cristo? ¿A quién no le va a gustar?
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