Carta de recomendación de «Inside Job»

Desde hace años, me cruzo cada vez más con un perfil que antes solo encontraba por comentarios en vídeos de YouTube o discutiendo por Twitter. Avatares o fotos de perfil ahora son personas reales, con cara, cuerpo y esas cosas que suelen rodear a una boca. Esta boca parece decidida a convencerte de que las vacunas contienen un chip de control para que George Soros pueda monitorizar tu vida; de que el presidente es una inteligencia artificial; que Neil Armstrong y Buzz Aldrin fundaron una comuna de amor libre en la Luna y Stanley Kubrick dirigió el viaje de vuelta; además, de que la tierra es hueca con un tapón para que no se seque el océano; que los Minions y los Teletubbies cantan «asesina a tus padres» como mensaje subliminal; que Notorius Big y Tupac siguen vivos, comparten piso y cuidan de un par de pomeranos en Nueva York; o que la NASA se deja un pastón en borrar la Atlántida de las fotos.

Aunque solo sea por la navaja de Ockham, suelo desechar la idea al momento, pero ¿y si tuvieran razón? ¿Y si resulta que existe una empresa trabajando para los reptilianos en la sombra, escondiendo secretos y conspiraciones y encargándose de que todo siga girando?

Esa es la premisa de Inside Job, traducida como Ultrasecretos. Es un soplo de hidrocarburo combustionado del motor de un Ford Falcon V8, que consigue destacar y hacerse un hueco entre la amalgama de luces, colores y tecno que fue Arcane; y la bola de helado con un regusto agridulce que significó terminar Cortar por la línea de puntos. Se escribe rápido, pero este 2021 fue un año lleno de sorpresas y alegrías para la animación.

Inside Job
Inside Job: sinopsis

Como es habitual, nos presentan a un dúo protagonistas. Por un lado, está Reagan Ridley, la líder y principal responsable de las operaciones de Cognito Inc.; asperger, aunque le cueste reconocerlo; adicta al trabajo, las anfetaminas y, además, con el cortisol bajo. Accedió al puesto gracias a que su padre, Rand Ridley, quien la preparó y educó para que fuese su perfecta sustituta. A pesar de ello, construir un osito de peluche más parecido al AT-800 que a Yano Cuentacuentos no dio el resultado que esperaba. De este modo, también heredó algunos de sus defectillos, como su alcoholismo o su disfuncional inteligencia emocional.

Por otro lado tenemos a Brett Brand, el nice guy por excelencia. Un hombre blanco, cishetero, experto en el cine de los 80, manipulable y un trozo de pan. Es imposible que no te caiga bien porque siempre te escucha y se ríe de todas tus bromas. Encima, aparenta muchísima seguridad; aunque esta sea un telón para tapar todo un elenco de complejos y miedos, no te paras a pensarlo, puesto que lo sabe disimular bien.

Pudiera parecer que lo único que tienen en común es que son los mejores en su puesto. Pareciera que Ridley tendrá que aguantar cómo otro hombre se lleva todo el mérito y acapara el esfuerzo de su trabajo mientras ella queda en la sombra, solo para que el techo de cristal no la aplaste, pero…

Bueno, es justamente lo que ocurre.

Inside Job: reflexión personal

Estarán trabajando para el gobierno estadounidense, Jeff Bezos o los Illuminati, que son más o menos lo mismo; o lidiando con crisis nucleares, bucles espaciotemporales o con dónde aparcan las naves espaciales. Aun así, tienen los mismos problemas o taras que podría tener su público: la constante preocupación por su propia imagen, la consecuente fijación por su peso, la incapacidad para establecer una relación afectiva, el sobresfuerzo constante en el trabajo en aras de ascender, la ausencia de una figura paterna funcional o el anhelo de un círculo de amistades sano que les ayude a crecer recto. Mostrando estos huecos es cuando Reagan y Brett consiguen apoyarse y juntos saltar las vallas que les va poniendo J.R., el típico jefe que alquila guaridas de supervillanos por Airbnb. ¡Él sí que es un verdadero villano!

Tratar este tipo de temas con la sensibilidad de quien lo vive dentro de la ficción animada era algo excepcional hasta el estreno de Bojack Horseman en 2014. Pero Shion Takeuchi, creadora de la serie —quien antes había trabajado en Gravity Falls (2012), Inside Out (2015) y Disenchantment (2018)—, consigue darle su toque único y personal. Por un lado, con un toque dulce, colando referencias constantes a la cultura pop; por otro lado, ácido, desdibujando a sus personajes y sus tramas hasta convertirlos en garabatos; finalmente, con un regusto amargo, al interpelarte a ti, como espectador, de la locura en la que se ha convertido el mundo que nos rodea. Despedaza la maquinaria, así como los principios que sostienen tanto las empresas como las personas que hacen girar al neoliberalismo, para desarrollar una sátira descarnada y fresca.


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