Voy a empezar con una afirmación contundente: me gustan las historias que me vuelan la cabeza. Así de duro. Pero ojo, cuando digo historias que me vuelen la cabeza hablo de algo que me haga pensar de verdad, replantearme mis valores o el filtro con el que interpreto la realidad que me ha tocado. No hablo de cripipastas de internet. Tampoco de historias de asesinos en serie que sí tendrán su gracia pero, que más allá de dar canguelo o retorcerte las tripas, aportan poco a tu vida. Tampoco soy fan de los argumentos complicados porque sí; de esos que luego dejan la mitad de los misterios sin resolver o solo los arreglan añadiendo más misterios a la fuerza. Podría poner ejemplos, pero que cada cual piense en la franquicia que se le venga a la cabeza con esa descripción.
Como es lógico este interés me ha llevado, como lector, a buscar historias con dilemas políticos o existenciales densos. Es más, si puede ser en una época o lugar distinto a lo que conozco aún mejor. Lo que más leo es novela histórica y fantástica, y últimamente estoy intentando ponerme al día con la ciencia ficción, o al menos la ópera espacial.
Y, sin embargo, soy consciente de que no es necesario irse a un escenario distinto del nuestro para reflexionar sobre cómo afrontamos la existencia o para hacer temblar las ideas preconcebidas que aceptamos sin darnos cuenta. Por mucho que me guste el exotismo sé que puedes crear una obra así de destructiva, mindfucker, si me permitís la expresión, basándote en tu propio ambiente. Lo que hacen los raperos o grupos indie ya lo hacía la literatura desde mucho antes, sin tener que recurrir al exotismo.
En este caso quiero hablaros de una novela que me dejó la cabeza y la moral bastante rota hace más de una década cuando era alguien más inocente y, por qué no decirlo, más iluso. Os hablo de Vía revolucionaria, de Richard Yates.

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La novela se centra en el matrimonio de Frank y April, aún jóvenes, ya casados y con hijos. En su momento, como muchos, tenían miles de proyectos de juventud, de viajar, ser artistas, escapar de la vida mundana… Pero la necesidad, la autojustificación y la desgana les han dejado justo en la clase de vida que ellos querían evitar; la clase de vida que, cuando la veían en otros, les hacía pensar que eran superiores, mejores, por tener estudios, cultura y grandes planes.
Cuando la realidad les golpea en el rostro, y descubren que desgraciadamente «querer» no es lo mismo que «hacer», intentan convencerse de su superioridad montando un grupo de teatro para culturizar a sus grises vecinos. Justo en este punto es donde comienza la historia.
En el argumento aparecerán otras historias entrelazadas con la principal: recuerdos de los protagonistas, su vida fuera de la familia, y las apasionantes historias secundarias (que no por ello menos interesantes) de otros vecinos del mismo lugar. Una gran variedad de personajes que se engañan a sí mismos; culpando de sus problemas a otros; basando sus vidas en prejuicios o directamente esperando cumplir un deseo que, una vez satisfecho, se revela como algo vacío.
Otro de los grandes puntos a destacar de esta novela es el método de narración: un narrador en tercera persona que, sin embargo, se limitará a transcribirnos en cada momento solo lo que piensa o percibe el personaje elegido. Este método permite que asimilemos más sutilmente el punto de vista que se nos presenta. Pero, cuando esto ocurre con personajes enfrentados cuyos defectos o engaños son muchas veces los nuestros, es algo demoledor. De hecho una prueba de su efectividad es que no solo fue muy usado en la época en la que Yates escribió esta obra, sino que ese estilo ha seguido en auge en épocas posteriores, en otros autores, hasta llegar a la actualidad.
De una forma extraña, y pido perdón por la comparación heterodoxa, esta obra me provocó un impacto similar a mi primera lectura de Kafka. Sin necesidad de ir a un ambiente distinto del que ha conocido en persona, el autor nos hace dudar de la solidez del mundo y la sociedad que nos ha tocado, atrapando nuestro interés y fascinación sin recurrir a escenarios exóticos, basándose en la crudeza del mundo que nos venden como «feliz», un mundo que realmente no nos ama ni se preocupa por nuestra felicidad, para el cual solo contamos como un engranaje más. Eso es lo que sorprende de esta novela. En el mediocre mundo cotidiano, el autor nos muestra horror, monstruos, sufrimiento, revelaciones… en la mente de personajes que podrían ser cualquiera de nosotros.
Finalmente, Yates nos obligará casi a tomar una elección: ¿con quién nos sentimos realmente identificados? ¿Con quién renuncia a sus grandes sueños para no arriesgar una vida cómoda? ¿O con quién realmente está dispuesto a arriesgarlo todo al filo de la tragedia con tal de cumplir lo que se prometió años atrás? Creo que casi cualquier persona tendrá la misma respuesta a esta pregunta antes de leer Vía revolucionaria. Pero después, quizás muchos cambien de idea; y somos también varios los que tras leerla nos dimos cuenta de que también nos engañamos a nosotros mismos.
Una novela dura, cruel, que seguramente no hará feliz a quien la lea y que, sin embargo, recomiendo encarecidamente. Una crítica que va directamente dirigida al llamado American dream, pero que también nosotros entenderemos perfectamente. No es dulce y no es alegre. Pero puedo decir que quizás sea uno de los libros que más me han hecho mejorar como persona (asumiendo que eso sea posible).
Estoy seguro de que si la leéis (o mejor aún, si la devoráis, como hice yo) no os resultará indiferente.