Una noche sin luna se lo llevaron. Aquí, en esta tierra que habito y lo mataron. Lo mataron. Los mataron. Por ser diferentes, por no pensar como ellos, por viejas rencillas y nuevas afrentas. Aún hoy sus huesos, ¿descansan?, en algún agujero. No muy lejos de mi casa, de la casa de todas, perdidos, como nuestra memoria. ¿Quiénes somos si dejamos de recordar? ¿Qué nos queda si nadie se acuerda de nosotras, sin justicia, sin paz? Qué tierra deja que El Poeta, El Maestro, El Segador, aún sigan perdidos, asesinados, para nuestro recuerdo y para la memoria de nuestra historia que sigue sangrando por sus heridas.
Si algo tiene el teatro es el poder de convocar emociones, aquí y ahora, para todos aquellos que se unen para compartirlo. En Una noche sin luna, montaje teatral dirigido por Sergio Peris-Mencheta y escrito e interpretado por Juan Diego Botto, las emociones están a flor de piel desde el primer momento, desde que entramos en la sala. Las emociones que nos invitan a recordar. Aquellas que llevaron al poeta a recorrer con sus palabras desde la tradición hasta la vanguardia. El poeta que supo avanzar a tientas de sus raíces a las estrellas, de los dramas de nuestros pueblos a los nuevos teatros… ¿Qué nos van a contar de Lorca? ¿Qué os puedo contar yo?
Alejados de la consabida tradición de poner a Lorca en escena bajo cualquier excusa, con cualquier pretexto, esta obra pone sus palabras en su boca, le pone cuerpo a su cuerpo y voz a su voz. Voz que nunca hemos podido escuchar, de la que misteriosamente no se ha conservado en ninguna grabación, ni en un pequeño fragmento. Esta obra habla de nosotras, de nosotros y nos interpela directamente: «¿quién es la voz de los que ya no pueden hablar?»
Se suele decir que la obra de los grandes maestros, de las grandes autoras, es imperecedera, que nos habla hoy en día a pesar de haber sido escrita hace tiempo. ¿Qué comentar de una obra que empieza con el autor diciendo que la obra se suspende porque lo han denunciado por sus escritos? Pero esa es la realidad, tanto para Botto como para Lorca. ¿A quién le extraña que, hoy en día, una obra pueda ser suspendida por denuncias, que la libertad de expresión esté en entredicho? ¿Cómo no pensar en lo que no queda por recordar, en los pasos que aún tenemos que dar, en la forma de mantenernos firmes para no volver atrás?
Esta obra nos recuerda que, como dijo Jorge Guillén: “cuando estás con Federico no hace ni frío ni calor. Hace Federico”. Y, aunque haya a quien le pese, sigue “haciendo Federico”.
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