Desde hace un par de generaciones, los dibujos animados o animes son parte de nuestras infancias. Kimba, el león blanco fue el primer anime que salió de Japón y se emitió en España, ya doblado. Pero los primeros animes que tendrían una alta recepción en nuestro país fueron Heidi y Marco, con Hayao Miyazaki como encargado del diseño de personajes e Isao Takahata dirigiendo, emitidos en el 75 y en el 76, respectivamente. Años después vendrían Mazinger Z o Dragon Ball. Progresivamente con los años, la animación japonesa ha sido común en nuestros televisores, cosas de la globalización. Sin embargo, jamás les acabé de coger el gusto, y siempre me pregunté por qué.
En el instituto había colegas de patio que seguían Naruto o One Piece. Y aunque en su momento yo lo intenté vagamente, perder la constancia era cuestión de días (como mucho). ¿Y qué tal animes más adultos, que traten temas más complejos y que se mantengan al margen de algunas japonesadas que personalmente me echan «patrás»? Comencé a ver Death Note y duré… ¿3 capitulos? Sin embargo, durante un año conviví con un compi que tenía el manga completo y ahí sí que me enganché.
Poder detenerme el tiempo que yo quisiera para apreciar el juego psicológico o la composición de sus páginas me permitió disfrutar la obra a mi ritmo, y es que… ¿cuánto dura una viñeta?
Aunque un bocadillo de diálogo o una acción nos ayuden a intuir la duración de dicha viñieta, pueden darse casos más abstractos, sobre todo en la corriente oriental de este arte.
Como explica Nerdwriter en el vídeo de Ghost in the Shell, en Japón se suelen usar transiciones de aspecto a aspecto, en lugar de las de acción a acción, como acostumbramos a ver en su contraparte americana. Esto nos permite abstraer el tiempo de la ecuación y darles nuestro propio ritmo.
Esa es la razón por la cual los animes no me acaban de cuajar. Y no solo los interminables campos de futbol de Oliver y Benji. Son esclavos del tiempo, cosa que a su vez es normal en el medio en el que están concebidos, pero da lugar a decisiones como transformar la simetría de Watchmen en una vulgar camara lenta en su versión cinematográfica.
¿Pero qué ocurre cuando un anime no se basa en un manga y por lo tanto no está sujeto a las mismas normas temporales? Aquí entra Cowboy Bebop al juego. Y digo juego como los angloparlantes dicen «play music» en lugar de tocar música. Como aquellos genios de suburbio que improvisaban en los bares y callejones por el absoluto placer de jugar.
Cowboy Bebop es una obra inusual. Sus creadores, Shin’ichiro Watanabe, y la productora Sunrise, conciben su creación desde la música, la improvisación. Saben que están tejiendo algo original y deciden escribir un manifiesto que se muestra durante los créditos iniciales y algunos intermedios.
«Once upon a time, in New York City in 1941….
At this club open to all comers to play, Night after night
at a club named «MINSTONS PLAY HOUSE» in Harlem,
they play jazz session competing with others.
Young jazz men with new sense are gathering.
At last, they created a new genre itself.
They are sick and tired of conventional fixed style jazz.
They eager to play jazz more freely as they wish. then…in 2071 in the universe.
The bounty hunters, who are gathering in spaceship «BEBOP»,
will play freely without fear of risky things.
They must create new dreams and films by breaking traditional styles.
The work, which becomes a new genre itself, will be called
COWBOY BEBOP»
La serie consta solo de 26 capítulos y una película a parte. Cada uno de ellos juega con un estilo musical diferente y adapta su trama y estética a este. El universo que lentamente nos van presentando es apasionante. Es una galaxia abisal con una Tierra destruida, sin más ley que buscarse las «papas» y sin verdadero hogar al que volver más que a la bebop, la nave (y genero musical) que dan nombre a la serie.
(SPOILERS) Desde un capítulo con estética noir a otro, a ritmo de samba sobre una experiencia psicodélica con setas, los capítulos de relleno son deliciosos experimentos, mientras que estilos como el blues o el jazz quedan para los capítulos en los que se explora los arcos de los protagonistas. Y el heavy metal para la reina del metal. Cada género musical se adapta a los distintos personajes o situaciones de una manera nunca antes vista.
Tampoco existe una trama lineal, si no tristes trazas del pasado de las distintas personas que han cruzado sus vuelos y ritmos en la bebop, y que con hambre, tratan de pasar página. Les une la música. Quizás también me una a mí esta triste balada.
Deja un comentario