Sepas o no qué es la neuroplasticidad, después de leer esto, tu cerebro habrá cambiado.
La diferencia entre ser y estar suele explicarse normalmente con la permanencia. Todo lo que es permanece en el tiempo, y todo lo que está es susceptible de cambiar. Por ello, generalmente preferiremos «estar aburridos o tristes» que «ser aburridos o tristes». Esta diferencia léxica es prácticamente única del español, aunque existen similitudes de un uso no tan amplio en lenguas como el italiano o el portugués. Y, si damos por válido el argumento de que la lengua modifica nuestra forma de pensar, creo que merece la pena que nos adentremos juntos en esta cuestión.
¿Cómo nos definimos los seres humanos? ¿Somos o estamos? Nuestros cuerpos y nuestras mentes, ¿son o están? La inevitable degeneración del cuerpo físico nos ayuda a tener una mayor conciencia de que, en el caso del cuerpo, se trata de un estado. Una piel lisa y tersa o un cuerpo ágil y musculoso son factores que no permanecen en el tiempo; son estados pasajeros, pueden cambiar con nuestros hábitos (comer sano o hacer ejercicio). Sobre la belleza, aunque existan prototipos que representen la guapura o la fealdad, entramos en un terreno que pertenece principalmente a la subjetividad, así que incluso eso está sujeto a cambio. Finalmente, existen algunas características más permanentes: ser alto o bajo, ser peludo o calvo —aunque se dice que en Turquía esto último lo arreglan a buen precio—, etc.
Sin embargo, las cualidades mentales suelen ser percibidas y expresadas como ontológicas; atributos estables de personalidad que distinguen a un ser humano de otros, incluso desde la infancia. Así, no es muy raro escuchar a padres, madres o docentes pronunciando oraciones como «este niño es tonto», «vaya niña más lista» o «eres un gandul», o incluso a los propios infantes diciendo que «no soy bueno con las matemáticas» o «no se me dan bien los estudios». Creencias que en la mayoría de ocasiones están fundadas por una mala experiencia en el ámbito familiar, con un docente de una asignatura en concreto, o con la deficiente experiencia educativa que un sistema anticuado y poco efectivo nos obliga a vivir.
La creencia de que este tipo de cualidades son permanentes puede resultar muy tóxica. Si uno escucha repetidas veces que es listo, tonto o gandul, terminará creyéndoselo y actuando para cumplir esas expectativas que han sido puestas sobre su persona. El experimento de Lenore Jacobson y Robert Rosenthal en 1968 lo demuestra.
Para este experimento, informaron a los profesores de que un 20% de los estudiantes de cada una de sus clases había destacado en los resultados de un test, y que sería ese 20% el que obtendría mejores notas, haciéndoles saber a los docentes quiénes eran exactamente. Cuando se reunieron ocho meses más tarde con esos educadores para contrastar los resultados, descubrieron que precisamente ese 20% había alcanzado los mejores resultados académicos. Lo más sorprendente de este experimento es que los estudiantes de ese 20% habían sido escogidos al azar.
Esto es lo que se conoce como el efecto Pigmalión: Las creencias y expectativas de los otros sobre nosotros mismos producen acciones, de los otros hacia nosotros, que refuerzan nuestras creencias y expectativas personales, que influyen en nuestras acciones y que, a su vez, impactan en las creencias y expectativas de los otros sobre nosotros. En definitiva, la pescadilla que se muerde la cola.
Y aquí es donde entra la neuroplasticidad. «Neuro», es decir, todo nuestro sistema nervioso (cerebro, médula espinal y todos los nervios que envían hacia y reciben información del cerebro); y «plasticidad», o sea, maleabilidad, capacidad para cambiar y adaptarse. La neuroplasticidad es la capacidad de nuestro sistema nervioso de aprender, adaptarse y recuperarse; capacidad que se mantiene a lo largo de toda nuestra vida. Y esto incluye no solo las habilidades cognitivas, sino también las físicas.
En nuestro cerebro existen billones de conexiones neuronales. Estas funcionan como caminos que se encienden cada vez que pensamos, sentimos o hacemos algo. Así, cada vez que pensamos de una manera específica, practicamos una tarea particular o sentimos una emoción, reforzamos las conexiones de ese camino específico, por lo que es más fácil para nuestros cerebros viajar por esa ruta. Nuestros hábitos y/o maneras establecidas de pensar, sentir o hacer son esas carreteras que llegan a ser tan fáciles de transitar que podemos hacerlo de manera automática. Como John Bonham pensando en la lista de la compra mientras toca la batería que suena en When the Levee Breaks.
Si empezamos a construir una nueva carretera —es decir, a pensar, sentir o hacer algo diferente de lo que hacemos usualmente—, a base de repetición estas nuevas conexiones se refuerzan y la ruta se ensancha, mientras que las conexiones del viejo camino se van debilitando poco a poco. Esto es lo que ocurre con el famoso experimento de Iván P. Pávlov de 1904, con el que consiguió que los perros asociasen una campana con comida, hasta el punto de salivar con solo escuchar la campana. De la misma manera, si se producía en repetidas ocasiones el evento de escuchar la campana sin que apareciese la comida, esta asociación desaparecía con el tiempo hasta que dejaban de salivar tras escucharla.
Este proceso de modificación de nuestras conexiones cerebrales es la neuroplasticidad en acción. Pero esto requiere un esfuerzo consciente para dirigir nuestra atención hacia esta nueva ruta. Si dirigimos nuestra atención repetidamente hacia el cambio deseado, podemos recablear (rewire) nuestro cerebro y crear así los caminos que conduzcan hasta donde queremos llegar. En palabras de David Foster Wallace:
«Aprender cómo pensar significa aprender cómo ejercitar algún control sobre cómo y qué piensas. Significa ser lo suficientemente consciente como para elegir a qué prestas atención y cómo construyes significado».
La información es poder. Conocer la neuroplasticidad y el funcionamiento de nuestro cerebro nos permite ser conscientes de nuestra capacidad de cambiar y aprender. Asimismo, ser conscientes del efecto Pigmalión y de sus consecuencias nos puede ayudar a estar alertas ante posibles creencias proyectadas que puedan estar limitándonos. Por ello, la próxima vez que vayas a hablar de alguien o de ti mismo/a, sé consciente de si utilizas el verbo ser o el verbo estar o puedes acabar creyendo o haciendo que alguien crea que lo que es un estado temporal es en realidad una cualidad permanente. ¿Cómo nos definimos? ¿Somos o estamos?
¿Te pica la curiosidad? Sigue profundizando sobre neuroplasticidad y la diferencia entre ser y estar aquí:
- Origen de la diferencia entre ser y estar:
https://www.letraslibres.com/espana-mexico/cultura/estar
- ¿Los idiomas determinan o influyen nuestro pensamiento y actos?:
https://www.youtube.com/watch?v=MFcAInWx1Z8
- Neuroplasticidad:
- Neuroplasticity:
https://www.youtube.com/watch?v=ELpfYCZa87g - What is neuroplasticity? (¿Qué es la neuroplasticidad?):
https://www.youtube.com/watch?v=kWIagHUqD8A - After watching this, your brain will not be the same (Después de ver esto, tu cerebro no será el mismo):
https://www.youtube.com/watch?v=LNHBMFCzznE - Improving our Neuroplasticity (Mejorando nuestra neuroplasticidad):
https://www.youtube.com/watch?v=gOJL3gjc8ak
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