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ARTÍCULOS Social y Política

Alternativas al sistema capitalista

Autor: Ari
Correctora: Gracia Vega

Antes de comenzar a escribir este «lo que quiera que sea esto» pasé unas semanas inmerso en un batiburrillo de pensamientos caóticos y nebulosos. Pasé unas semanas pensando acerca de qué podía hacer con la idea propuesta de alternativas al capitalismo. De forma paralela, mi vida se iba entrelazando con esta tormenta entre conversaciones, mayormente con Diego, mi hermano pequeño, y otras personas con las que me relaciono. Las conversaciones me sirvieron para ir retirando poco a poco el caos de su lugar reinante y soplar la niebla que cubría la forma de la idea. Así, a través de colectivizar esta temática con mi entorno, es que se ha ido perfilando el groso de este «lo que quiera que sea esto».

Primero de todo. ¿Qué es el capitalismo?

No sé si a día de hoy, y con lo mucho que se ha teorizado acerca de esta palabra en concreto, existe una explicación que realmente esboce la complejidad del término y todas las esferas de la vida que se ven atravesadas por este. No obstante, la Real Academia de la Lengua Española, en toda su magnitud clasificadora, define este término en su primera acepción como: «Sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad de mercado».

Así, bien estructuradito y por partes, mucho más claro, ¿no? Pues a mí de pronto se me abrió un vacío gigante. ¿Cómo es posible que esta definición pretenda dar sentido a un sistema que opera, oprime y reprime en la mayor parte del mundo y a diferentes escalas? ¡Ah! ¿Y todo ello a través de las mismas herramientas que en un momento concreto de la historia prometían un avance en la calidad de vida de la ciudadanía? Pues obviamente que nunca se trató de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. De nada sirve tirarle demasiadas piedras al tejado este. La idea es que yo hable de las alternativas a este sistema y que tú leas algo que no te aburra soberanamente, ¿no es así? Así que continuemos.

Precisamente esto mismo puede empezar siendo una de las primeras alternativas al monstruo del capitalismo. Es decir, ¿es posible practicar un capitalismo que se beneficie de que la sociedad esté libre de violencias y no solo de mercado? Al final me acabé enfocando en dos cositas que me molestan mucho del sistema en sí, con la intención de hacer una escueta revisión. Las enumeraré como si fuese una redacción de une niñe de 15 años, porque me apetece.

Una de las cosas que menos me gusta del capitalismo es que explota los recursos de la Tierra y también a les trabajadores. Todo ello en función del lugar de la Tierra en el que se encuentren con unas condiciones más o menos opresivas. Supuestamente para sostener un «libre mercado» voraz. Una simple búsqueda en Google acerca de los contratos estúpidamente costosos por parte de empresas mineras —obvio que de países con alta capacidad adquisitiva— en las zonas de América del Sur, África y Asia acabará revelando la situación acuciante y violenta que sufre la Tierra a manos de estas «propiedades privadas» que quieren controlar los «medios de producción». De esta manera, nos daremos cuenta también de las condiciones a las que son expuestes la mayoría de les trabajadores de dichos proyectos mineros, como el coltán en el Congo, por ejemplo.

A colación de esto último viene otra de las cosas que menos me gusta del capitalismo. La jerarquización del poder en estructuras opresoras (vómito técnico, pido disculpas). Os contaré una historia, seguramente no tan bien como alguien que de verdad sepa del tema (menuda forma de desacreditarme). Os contaré sobre cómo Amancio Ortega (dueño de Zara) erigió su imperio capitalista sobre la opresión de pequeñas fábricas textiles en Galicia.

Este sujeto comenzó por contratar los servicios de pequeñas empresas para que destinaran una parte de la producción de pantalones de la empresa a la emergente empresa de Amancio. Este, con el tiempo y a través de negociaciones más o menos éticas, fue copando cada vez más la producción de la pequeña empresa hasta que los ingresos de ésta dependían casi en su totalidad de lo que fabricaban para nuestro maravilloso protagonista.

Este es el momento de la jugada «maestra» de Amancio. «A partir de ahora, os pagaré menos por lo que produzcáis para mi empresa, y como casi todo lo que producís es para mi empresa, si os negáis iréis a la bancarrota, jiji». Bien jugado, Amancio y capitalismo. Luego de hacer esto en Galicia se llevó su megaproducción a países del continente asiático para abaratar costes a costa de la dimensión humana de la que antes hablé. Segunda gran jugada del capitalismo y Amancio. Y como este hay otres tantes escondides detrás del dibujito de la marca en cuestión, sea Zara o Nike, entre otras.

Es muy difícil terminar con un sistema tan encastrado en la sociedad. De hecho, no estoy seguro del todo de que esto sea necesario. Quizá podríamos empezar por hacer una revisión de aquellas partes del capitalismo con las que no estamos de acuerdo e ir retejiendo. Podemos ir retejiendo en el ámbito local y de forma colectiva (cada mochuelo en su olivo y en el barrio), la forma en la que dejamos que este sistema capitalista nos «opere, oprima y reprima». Así, en la colectivización de nuestras ideas, sentires y emociones, y en escala reducida, podremos ir esbozando nuevas formas de allanar el camino hacia «lo que quiera que sea esto». Gracias por leer, te deseo lo mejor.

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