Ojalá este poema nunca hubiera sido escrito;
una corazonada, una mala sensación,
el nudo en el estómago,
la punzada en el pecho.
Lo que pudo ser y no fue,
sentirse vulnerable…
Malas decisiones;
no es lo mismo morir
que ser asesinada.
El fuego te abrasó en el seno de la noche,
atrapada en tu hogar.
Un hombre cruel incendió el templo
donde tu alma y la de aquel joven estaban:
dos amores juntos que ya nunca se separarán.
Azar y destino pendiendo de un hilo.
La vida ha querido que el dolor conocieras,
y así se forjó tu coraza de mujer guerrera.
Vida errante huyendo del desastre,
pasión y guerra heridas dejan.
Se acabó la dulzura
y prenden llamas de odio y guerra.
Ya no sé si hablo de ti o de mí,
amiga, pero tú ya no estás
y yo sí, para dar voz a tu triste historia:
la historia de Shirley.
Tus cejas pobladas, tu voz rasgada
intentando vivir, intentando ser feliz.
Tus dibujos de flores y mandalas.
Sueños de colores,
lágrimas añil
entre las dos Castillas:
inicio, coma y fin.
Un bebé esperabas
cuando te conocí.
Juntas caminamos por aquellas montañas
y, cuando estábamos tristes,
las estrellas nos miraban.
Y tú no estás, amiga,
te quedaste allá.
Vida rara en aquella tierra perra,
camino amargo.
Tu karma te atormentaba.
Dos mil veintidós te ha visto marchar.
Un niño y algunas deudas,
legado de soledad.
Estoy viva porque decidí escapar.
Aquellas tierras que marcadas estaban;
oscura historia los cuervos acechaban.
¡Maldito sea el verdugo de tu cruda belleza!
Mi Frida pelirroja
queriendo salir del barro y la maleza,
salvaje y libre como las fieras.
Así te conocí…
y así te recordaré, princesa.
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