Hice el amor con la guerra
hasta cargarme todos los escudos
que me había inventado
para no mirar aquel dolor escondido
como un habitante bajo mis ojeras.
Anquilosado en alguna parte de los huesos
como un naúfrago que olvidó su procedencia,
dolores que olvidaron la herida,
ya no hay más parche, no hay más venda.
Rosas trepadoras creciendo al borde del abismo,
el repicar de las campanas anunciando amor o muerte,
y qué mas da, porque es lo mismo,
un extraño placer en la existencia,
un baile que duele y que marca a fuego la consciencia.
Las respuestas a todos los porqués
están demasiado cerca
solo habita la verdad en los silencios que guardamos
y los sentimientos se reflejan allá afuera.
Puede que abril esté maldito
y entre la primavera y los escombros
se escriban los párrafos de la historia más bella,
en esta vida confluyendo a la vez
vulnerabilidad con fortaleza.
