Y, aunque sea frío,
siempre tengo la cabeza ardiendo.
Y, en su interior, tu recuerdo.
Y, alrededor, mías unas sombras.
Huyo de la soledad.
No quiero estar conmigo.
Aunque me caliente el cariño de los demás,
siempre llevo un abrigo por si acaso.
Nunca me desharé de la sombra negra
que precede y deja atrás todos mis pasos.
El miedo es quien dictamina mi camino.
He tratado de huir mil veces de mi sombra,
corriendo sin fin para ver si la dejaba atrás.
Y, por mucho que quiera,
siempre acabo en el suelo
llorando encima de ella.
Solo soy capaz a veces de olvidarla.
O de hacer que se desvanezca, a la luz de otros.
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