Vas por un camino florecido
y la brisa acaricia tu grisedad;
abandonando el rumor de la ciudad
descubres la lengua de los pájaros.
En un giro abandonas el camino
y sigues el sonido del agua,
llegas al río, metes los pies, su transparencia es irreal,
la danza de los peces te entretiene,
cierras los ojos, tu cuerpo se relaja
la hierba huele dulce y empiezas a soñar
que caminas por una ciudad húmeda
en la noche, el camión de la basura
rompe el monólogo de los televisores,
un borracho vomita en los zapatos
de otro borracho que vomita
sobre un banco en el que alguien
ha escrito: dios ha muerto.
Sigues el rastro de los neones:
llegas a un pequeño bar,
el terciopelo muestra las cicatrices
de miles de cigarrillos.
La barra está pegajosa, te sientas
en una banqueta pegajosa
y el camarero pegajoso te sirve
un vaso de ron; te bebes dos,
te sientan bien, hay calidez
en la vulgaridad, tres vasos después
incluso belleza;
tus ojos empiezan a nublarse,
la segunda botella está vacía,
cierras los ojos y empiezas a soñar
que vas por un camino florecido…
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