A Déborah.
Regreso de mear,
tratando de descubrir
al fantasma del pasillo,
y te encuentro dormida,
embellecida por el denso
silencio de la noche,
con media sonrisa dibujada
bajo tu noble y perfecta nariz,
respirando tranquila,
justo antes de que mi mano
se deslice sutil por tu culo.
Sucede cada noche,
soy consciente del privilegio.
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