Fue llamado, no elegido,
para hacer de las arterias palabras.
Hubo vida tras esos versos;
verdades como islas desiertas, orgullosas
de su nítida desolación.
Y, si hubo que brindar, brindó
con la copa de la mañana, por los chorros de bronce
hirviendo que borraron todo el camino andado.
Queda solo la consumación de la obra,
el visto bueno del editor, el reconocimiento
de autoridades y compañeros…
(El bus marcha, llueve polen
sobre el cristal adormecido, cada vez más impaciente
con el simulacro de coherencia.
¿Dónde está la tangente
de esta curva monstruosa? Como el malecón
envuelto por el musgo, la resistencia
del que ya no sabe hacer otra cosa.
Los peces traen palabras, cenizas del atardecer).
Más allá de la hoja sin savia,
donde puño y palabra rompan.
Allí.
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