Al ciclista que arrollaron
porque hundió la mirada en los celajes del cielo.
Al jornalero que despidieron
porque, en el arándano, nadie le dio la definición exacta del Azul.
Al que preguntó al reloj
a donde se marcha el tiempo
y solo recibió un tic tac.
Al que se enamoró de una sanguijuela,
preso de un irresistible deseo de sacrificarse,
y aún se consume, triste, anémico, avergonzado.
Al que entrega la vida a un sueño
y cuando termina la jornada laboral
solo quiere dormir.
Al que adoró al sol
hasta morir abrasado,
al que forzaron a arrancar mil margaritas
porque eran malas hierbas,
al que la belleza dejó solo.
Deja un comentario